24/6/12

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Nazario vivió bastantes años en una humilde casita a la orilla de un canal. Antes había sido feriante, pero no de ganado sino de barracas de entretenimiento en las fiestas de villas y pueblos. Había recorrido mucho, visto lo suyo y conocido lo que su tiempo libre le permitió conocer. Sin ser un aventurero a lo free lance, sabía y, sobre todo, contaba. Hace unos años el canal se rompió y su casa fue inundada por las aguas. Los vecinos y los amigos fuimos a echarle una mano para salvar los enseres y lo encontramos tranquilo. Son aguas históricas, nos decía con severo tono sacramental para calmar nuestros nervios. Él sabía de sobra aquello de que no pasa dos veces la corriente por el mismo cauce (no sé por qué él lo decía así) pero le concedía carta de creencia sagrada a cada gota que se desplazaba desde las zonas altas hasta el interior. Así que le restó importancia al anegamiento, dio por perdidos los cuatro muebles baratos y se fue a dormir unos días a casa de una hermana. ¿Sabéis una cosa?, nos dijo a todos sus amigos. Lo más importante no se ha dañado, y tamborileaba con el índice su sien. Mis recuerdos están a salvo. Al día siguiente nos fuimos todos al merendero y pedimos que corriera el clarete. El más chungón del grupo no pudo reprimirse: Nazario, ¿no quedamos en que no pasa dos veces el agua por el mismo río? Y él contestó amable y divertido: Y no, no pasa, a veces se estanca.




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