Emilio Lledó, un sabio sobre el que muchos españoles no saben lo que sabe, o dicho de otro modo: ignoran que existe, comenta hablando de los eslabones del pasado -situaciones, aconteceres, angustias, necesidades, personajes, conflictos- en uno de sus textos: "El pasado es como una niebla. Inolvidables (los eslabones) decimos para que, aunque estén sumergidos en la niebla, sepamos que están ahí, casi donde estuvieron". Propone la sensación del recuerdo. Acaso el fervor por una permanencia. Pero ese casi donde estuvieron engrandece a Lledó por su claridad: ni siquiera en nuestra memoria las cosas permanecen como fueron. La misma niebla, la de entonces, la del tiempo, la del presente, altera su efectividad. La representación del pasado no es exactamente lo que fue. Y sin embargo, con pátina o simplemente disuelta en imprecisa visión, la memoria tiene algo de faro que avisa a los navegantes de los peligros de la costa. El asunto es que los navegantes siguen siendo tan osados como en la antigüedad y no siempre el aprendizaje sirve. Y esa niebla...