31/5/12

160.





Hay una naturaleza de las cosas, como hay una naturaleza de los cuerpos. Difícil saber cómo se relaciona y afecta una clase de naturaleza con la otra. Las preguntas deben ser personales. Como siempre, las respuestas también deberían ser a la carta. La mayor parte de las veces lo que se da es el secreto de sumario.



 

159.






Qué tiempos más revueltos, me dice un amigo de edad avanzada con el que me encuentro. Como debo poner cara de escéptico añade: pero siempre ha sido así, ¿verdad? Yo le digo que sí, que es una de esas expresiones que hemos oído toda la vida. Cierto que a unas generaciones les habrá parecido más revueltos que a otras. A unas clases sociales más preocupantemente revueltos que a otras. Pero si hubiera que matizar más, ¿de qué estaríamos hablando? ¿De tiempos alterados, indóciles, alborotados, complejos, enredados, ininteligibles, torcidos, cambiantes, rebeldes, sediciosos, pendencieros, sin marcha atrás...? Ah, esa revuelta que se manifiesta como un reloj cuyas horas se marcan lentamente al principio, agitadamente después y suelen precipitarse hasta detener el recorrido de las agujas. O bien inaugurando un tiempo y un reloj nuevos.




30/5/12

158.





Salir de la nada para ser algo. Un eslabón, un peldaño, una rueda, una corriente sanguínea, un eje de rotación, una palanca, una articulación ósea, una mirada, un esfuerzo, una sonrisa, una palabra...La lista sería tan enorme que precisaríamos el recurso de la informática para una descripción exhaustiva de cuanto ha salido de la nada y se halla vinculado al hombre. ¡Y nos seguimos quejando de nimiedad! Somos unos desagradecidos.


 

29/5/12





(Entre la luz y el agua, las vidas se deslizan en todas las direcciones)



157.






En un tramo de la avenida próxima a donde vivo las raíces de los árboles levantan el pavimento de las aceras. Los hermosos plátanos alegran con su floresta el paseo pero su base, tradicionalmente recóndita, se manifiesta potente y audaz. La razón técnica es que las capas freáticas en esa zona son generosas y están a escasa profundidad. Yo prefiero imaginar que las raíces tienen celos del tronco, de las ramas y de las hojas y se niegan a seguir en la húmeda oscuridad del subsuelo. Tampoco es que se nieguen, es que quieren crecer más. Hace tiempo que descubrieron que existe un diálogo entre la luz y las tinieblas. Por eso están un poco hartas de que ellas, las protagonistas de verdad, sigan bajo el manto de la tierra mientras el árbol visible se cuelga las medallas a los ojos de los paseantes. Atónito por su rebelión yo preferiría que los operarios municipales no se acercaran a corregir los desperfectos. Y es que la fuerza en acción de lo natural me hace meditar. Si fenómenos tan elementales sirvieran para reducir la engreída superioridad de los humanos...



156.





Una vez creyó que la vida era una migración desde la oscuridad a la luz, sin caer en la cuenta de que los viajes suelen ser de ida y vuelta. Y que se puede perder el sentido de la orientación. Algunos supervivientes ácidos acaban refugiándose en aquel refrán: para este viaje no se precisaban tales alforjas.


155.





Tratar de encontrar una salida entre tótem y tabú. Ambos conceptos, verdaderos ídolos castradores, ciegan la descarnada pero afirmativa realidad del ser. Tanto el proteccionismo dirigista como la represión anuladora conducen al individuo a análoga suerte. A la carencia del encuentro solitario pero consciente de su espacio de libertad. En esa dirección funciona la institución social, y despliega su abanico de manifestaciones con objeto de que el individuo se postre y rinda culto. Con los resultados nefastos que todos conocemos.



28/5/12

154.




Mala cosa que algunos no toleren a los artistas. Que no se entienda a los cantores. Que no se interprete la sátira y la crítica que ellos deben interpretar. Mala cosa si se pierde el sentido del bufón que todos llevamos dentro. El llanto y el crujir de dientes no será entonces cosa de las tinieblas exteriores. Porque no hay peores tinieblas que las que puedan cundir en casa.


27/5/12

153.





¿Acaso el dolor de todo un pueblo será mayor que el de cada uno de sus individuos?, oigo decir a Chantal Maillard en una lectura donde toca el tema del dolor derivado de las guerras. A mí también me indignan los datos que no sirven para nada, salvo para esquivar las responsabilidades compartidas sobre las acciones cruentas. El dolor ajeno se suele ignorar, parece que no conviene escuchar el dolor del mundo. Nos enseñaron a oir, y mal, aquel que resultaba próximo y del que se hacía causa de beneficio político. La suma de los muertos y su envolvimiento en banderas o naciones no pueden imponerse nunca al dolor individual. Es la persona quien muere, no la nación ni el Estado ni la religión ni la ideología. Interesa que el dolor individual quede soterrado, porque el individuo pregunta siempre y ello es incómodo, y la masa consiente, lo cual se reconoce (malévolamente) como lo oportuno.





152.






La primavera avanzada juega a ser avanzadilla del verano. Dispara las temperaturas para enseguida hacernos un regate y de pronto recular. No sé si es reflejo de ese comportamiento la alternancia de temperaturas que también se producen dentro de mi cuerpo. Como si éste hablara al paso de aquel y se desquiciara al no encontrar su propio punto. No siempre nuestro cuerpo conversa con el mismo lenguaje exterior. Fuera y dentro son términos imprecisos y sobre todo insuficientes. La vida no es la ubicación lineal de los objetos, incluido el hombre. Vivimos ecosistemas y generamos ecosistemas. Como reflejos concéntricos sobre el agua se imbrican unos en otros y se desligan unos de otros. Se diluyen y se regeneran. Acaso hasta el infinito, si bien nos circunscribimos sobre determinados acontecimientos a unos límites forzados coyunturalmente. No se puede establecer una clasificación rígida de los ecosistemas, salvo que se pretenda otra cosa. Precisamente lo maravilloso del biós es que lo homogéneo no existe de manera absoluta y dudosamente de modo relativo. Lo pretendidamente homogéneo es intención ideológica de los clanes que se nos superponen con ánimo de que transcurramos aquiescentes hacia el redil. Lo homogéneo suele resultar un dogma impuesto para que no nos sepamos únicos y no nos interpretemos pactando unos con otros como únicos. Sin el reconocimiento de los ecosistemas humanos la libertad es un eco difuso y malherido de un mito que se invoca pero que sobre todo se nombra para renunciar.



26/5/12




(Reencontrarse con el firmamento, hablar cara a cara con la noche)


 



151.





Hacía tiempo que no me quedaba boquiabierto con un relato. El túnel, de Dürrenmatt, será calificado de kafkiano por el simple hecho de que el hombre de Praga escribió antes. Tengo aversión a colgar calificativos que enchiqueran más que abren la fuerza de una narración. El túnel no me deja extremadamente admirado solo por su propuesta final, afinada en una palabra que es un inmenso concepto, sino por un desarrollo que te acepta como viajero lector desde el primer párrafo. ¿O es que Dürrenmatt sabe perfectamente que, leamos o no su cuento, asistimos al hecho de vivir como un viaje sin rumbo? ¿Sin rumbo? Un destino ineludible, no obstante las fantasías con que diariamente ponemos a prueba al viaje y a los viajeros. 



150.





A veces pienso que los hombres miramos la noche con ojos de huída. Bien dejándonos arrastrar al sueño, bien celebrando ocio nocturno, bien leyendo o viendo películas; son variadas las formas a través de las cuales huímos de la noche. La noche sigue siendo el reino espectral por excelencia, aun cuando si uno lo medita bien verá que las horas diurnas despliegan ante nuestra presencia muchos más espectros y temores. Me gustaría firmar un pacto con el súcubo de turno para contemplar la noche durante el resto de mis días de otra manera. Ya se me han olvidado las formas y destellos de las estrellas y las sombras alargadas que los chopos proyectan sobre el río. Tal vez va siendo hora de recuperar un grado de complicidad y de amor con la noche. Cara a cara, sin otro objetivo que dialogar con ella. Sin intermediarios ni excusas que desvíen la atención.



25/5/12

149.





No, él no desea una soledad ruidosa. Él aspira al silencio prudente, puesto que no cree que exista el total. Dado que el apartamiento monacal jamás fue lo suyo y el aislamiento social no es factible ni encerrándose en casa, recurre a una vieja imagen. La de recuperar la sombra de la higuera donde de niño se dejaba tocar por un cierto sentido de la huída. Aunque no sabe hasta qué punto sus propias fantasías le dejaban emocionalmente tranquilo. Una soledad compartida con el compañero de viaje que camina día y noche por sus venas. Un pacto de no agresión y de darse la espalda el uno al otro. Si se llevara a cabo, la higuera volvería a sentirse satisfecha.  



 

148.





No vivir con la idea maniática de que hay un destino prefijado. Hay unos puntos de partida, un ambiente y unos medios limitados, una situación histórica amplia y otras más locales e incluso tribales. Es decir, existen condicionamientos e influencias. Orígenes, no necesariamente destinos. Hay también la capacidad íntima, la fuerza inteligente e imaginativa, el sentido de la decisión y de la elección de cada individuo. Ni los orígenes son absolutamente determinantes ni nuestra personalidad supone algo definitivo para saber dónde llegaremos. La clave, el camino, que decía el poeta clarividente enterrado en Collioure. Hoy, la modernidad efímera y mediática repite constantemente y sirviendo tanto para un roto como para un descosido eso de que hay un recorrido. Me suena tan mal, como si uno fuera una liebre y tuviera que ejecutar la carrera para los apostadores.




24/5/12

147.





No me tengo ni por un pertinaz colérico ni por un iracundo recurrente. Pero qué difícil es poner a salvo el hígado de la sucesión de medidas nada cautelares que nos aplican cada mañana los aprendices de brujo de la economía y de la política. Importante activar dentro de la mente un órgano depurador de tanta toxina ideológica con que nos obligan a comulgar como si de ruedas de molino se tratase.




23/5/12





(Tomar los frutos de la tierra para no olvidar el sabor del origen)



146.






Supón hecho a tu gusto el mundo; y al fin, ¿qué? Es el primer verso de uno de los Robaiyyat de Omar Jayyam que más prefiero. Es un poeta del escepticismo y por lo tanto del relativismo. Nada hay absoluto para él. Nada suficientemente destructor, ni que condescienda al desánimo. Habla de la materia y con los términos de la materia. Su experiencia es fuente de asimilación y de entendimiento. Su diálogo con el mundo es el que tiene consigo mismo. No se solaza con la resignación ni se consuela con señuelos (aunque hay uno que ensalza, el vino, y otro más implícito, el amor) Utilizo Robaiyyat como libro de horas laico y particular cuando algún tipo de aflicción me invade. Es abrirlo al azar y cualquiera de sus cantos o coplas me envuelve y me conduce a un estado de ánimo diferente. Transcribo entero el poema:

Supón hecho a tu gusto el mundo; y al fin, ¿qué?;
supón leído el libro de la vida; al fin, ¿qué?;
supón que has realizado cien años tus deseos:
supón que te quedaras otros cien; y al fin, ¿qué?

Teniendo en cuenta que esa claridad de conceptos es de hace ocho siglos, ¿podemos negarle su claridad? Ay de los modernos, a su lado.



145.






Entre tópicos, refranes, dimes y diretes y dichos tradicionales, la gente cree saber más de lo que realmente sabe. Un refrán que me repetían mucho en la infancia: el saber no ocupa lugar. Tal vez pretendían estimular el esfuerzo del niño en su aprendizaje. Hasta hace pocas décadas los refranes eran armas arrojadizas, actitud proveniente de una sociedad históricamente tan rural como la española. Los padres, los maestros, el súbdito común los utilizaban por sistema, como si supieran más por el mero hecho de pronunciarlos. Sentenciaban lo que no argumentaban. El niño acabó cogiendo manía a los refranes. Solo de mayor los ha redescubierto. Precisamente cuando no cabe en su intención utilizarlos como pedrada. Exponente de un conocimiento empírico, el refrán sí es sabiduría, con todos los límites que conlleva reflejar el saber. Pero sabiduría no es espacio ni tiempo, es materia del mismo ser. Sigo sin tener claro si saber ocupa o no lugar, entre otras cosas porque eso llamado saber no es medible en términos cuantitativos ni si conlleva criterios de consenso. Otra cosa es el mundo neuronal, la capacidad cerebral limitada, también selectiva, que cuando los neurobiólogos hablan nos dan muchas claves. Refranes aparte, yo confieso: qué poco sé. Al borde de indignarme conmigo mismo.




22/5/12

144.






Muchas veces me pregunto: ¿de qué sirve hablar del ser humano si no hablamos de las condiciones de vida del mismo? No hay un hombre único y me rebelo contra aplicar criterios y características generales cuando muchos, muchísimos, individuos no tienen prácticamente opciones. Ah, ya, se suele decir somos como somos por mor de la naturaleza humana. ¿Somos solo por la naturaleza? Pero la naturaleza, que probablemente dota de maneras de ser análogas a todos y cada uno, no proporciona medios equitativos ni racionales de manifestarse, de controlar y de afrontar los riesgos de la vida en unos casos y otros. Algo huele a podrido en la historia universal y la brecha en la especie permanece abierta, permitiendo que el azar decida quién tendrá mejor o peor suerte. ¿Solo el azar decide?



143.





¡No puedo remediarlo! Denme al Hombre, no a las masas, grita Alejandra Pizarnik en sus Diarios. Me adhiero: denme 6.840.507.003 de individuos que se estimaba existían en Tierra en 2010, a los que se pueda aplicar el concepto ético de Hombre. Denme al Nuevo Ser Humano, clamo. No números, no tipos manipulados, no infrahombres, no ignorados, no mercancías. Pero, ¿podremos algún día hallar a ese Hombre? ¿Y si empiezo por intentarlo en mí mismo?


21/5/12

142.






Permanezco mirando los tres monos, que en este caso parecen primates avanzados, o podrían ser ciudadanos comunes de nuestro tiempo. Una sombra de la leyenda antigua, aquellos san saru japoneses que tomaban posiciones frente al mal ¿siguen tomándolas ahora? Puede que en la tradición japonesa fueran tres actitudes complementarias, donde hay que fijarse no tanto en lo que niegan al tapar un órgano sensorial como en las otras partes de su cuerpo que quedan libres y afirman silenciosamente. Pero si su actitud era negarse a incurrir en el mal, no escuchándolo, ni profiriéndolo, ni observándolo, ¿cómo es que en Occidente nos llega este trío como un mensaje de aquiescencia y sumisión frente a la maldad multiplicada en que vivimos? Tal vez el sentido ancestral de la prudencia se ha desfigurado entre nosotros. O no entendemos mensajes de otras sabidurías. O nos corroe nuestra propia hipocresía e incapacidad de reacción frente a los avatares y las injusticias. El sincretismo de los símbolos culturales no siempre funciona. Y sin embargo, todas las culturas son sincréticas en mayor o menor medida, lo cual no quiere decir que predominen con el mismo peso unos elementos que otros. El cristianismo, por ejemplo, es uno de los hilos religiosos con más mezcolanza que existe desde la antigüedad. Solo al adquirir carta de naturaleza con su predominio cultural (la cultura es exhibición de poder) se vendió durante siglos como un cuerpo elaborado y cuasi perfecto, solo desmochado desde el Siglo de las Luces. Aun aceptando la prudencia poliopcional de los san saru juguetones, sigo pensando que deberían bajar de su pedestal y mojarse. Mientras, reconozco que no consigo reducir la intriga que me producen.



20/5/12




(Estos primates de nuestro tiempo deberían dejarse de zarandajas y dar el salto)


141.





Ecos del Día de los museos. De la Noche de los museos. Museos...¿morada de las Musas? No lo creo. Contenedores. Acaparamiento. Exposición de la rapiña en muchos casos. Peor: desligamiento del origen (por supuesto, todo se justifica) Cantidad. Valor. Precio. Ceremonial fúnebre. Turismo accidental. El visitante y su melancolía. Acumulación de objetos. Desubicación de su sentido. ¿Qué miran los visitantes en los museos? Engullen imágenes, cuadros, utensilios, esculturas, mapas...¿Engullen? Equívoca pedagogía. Pase visí, pase visá...cantábamos en un juego de infancia que integraba a niños y niñas. Algo así con las visitas a los museos, pasar y decir que has estado. Pasar y no enterarte de nada. Allez, allez, te agitan en el Louvre si pretendes pararte una micra de segundo no prevista. Da igual. ¿Qué conclusión sacas de ver la Gioconda en directo, suponiendo que cien cabezas japonesas te permitan ver algún ángulo del cuadrito? ¿Dice algo la Victoria de Samotracia de lo que fue o es una vieja obra adaptada a un fin nuevo? Como mucho te espera un síndrome de Stendhal pero fuera de contexto. El profesor Arturo Leyte, uno de los mayores expertos en el poeta alemán Hölderlin, dice que se peregrina a los museos para acreditarse democráticamente como ilustrados. Me parece que es demasiado bondadoso, no obstante la hondura de su crítica. La Ilustración actual en España es ocio, entretenimiento, apariencia, turismo, clientela. Casi nadie se hace preguntas sobre el pasado ni sobre el sentido de las obras en su contexto. Se destruyeron los contextos. El vínculo ha perecido.  



140.





Lo más interesante de los sueños nocturnos es que no se pueden elegir. Pero ay de ese invisible y tenaz hilo que sujeta nuestras dos orillas. Encargado de no apartarnos del todo de la vida consciente. Vigilante celoso en no desvincular la vida de la muerte en nuestras fantasías.



19/5/12

139.




Tentación a la que no me resisto jamás al encontrarme al borde de un pozo: tirar una piedra. Calcular en tensión el tiempo de caída. Imaginar la geometría que describe la velocidad del guijarro en el vacío. Estar atento al ruido que se produzca al llegar al fondo. Dilucidar si el impacto es seco o se percibe un chapoteo. Fantasear con que soy ese objeto vertido y que, ingenuo de mí, no tocaré fondo nunca.


18/5/12

138.






La necesidad del puente. Salvar el desnivel o el abismo o el espacio que media hacia el otro territorio al que se desea o se precisa llegar. Su valor simbólico es importante. De puente a puente y tiro porque me lleva la corriente, se dice en el juego de la Oca. Así el símil se aplica al juego, como reflejo de lo que la vida pide en múltiples ocasiones. Llegar al otro lado: al propuesto, al que nos debe deparar otro ámbito, al espacio nuevo. El puente como salvación pasajera con el ánimo del que ese otro lado a alcanzar suponga también salvación. Tender puentes, solemos decir cuando nos acucian las dificultades de entendimiento dentro del individuo o con otros humanos, con objeto de salir de ellas. Incluso las neuronas alimentan sus puentes o buscan crearlos para persistir en su funciones. Todo un mundo simbólico respalda el ejercicio práctico. Pienso en Die Brücke, el grupo de artistas alemanes que revolucionó el arte a principios del siglo XX, estableciendo una nueva manera de pintar, de pensar, conceptuándose como una expresión contracultural, necesaria no solo para una revisión formal del arte sino como respuesta crítica a la obsoleta y castrante sociedad burguesa. Lo asombroso en este caso es que ese Puente se consolidara como territorio en sí mismo, no obstante se manifiestaran más allá otros espacios expresivos.



17/5/12

137.




Nos pasamos la vida haciéndonos preguntas. Lo que no está tan claro es que persigamos obtener respuestas. ¿Será porque lo primero es algo reflejo y lo segundo nos exige esfuerzo de racionalidad? No sé en qué punto se rompe el puente, pero la clave está en alzarlo de nuevo. Y mantenerlo, naturalmente, para salvar el desnivel.



16/5/12





(Cuando se pierden las cabezas se ven lo huecas que están)



136.






Si algo hay divertido en la cultura humana son los cambios de conducta y de pensamiento que tienen lugar a lo largo de nuestra vida. No solo a largo plazo sino con frecuencia cada vez más vertiginosa. Por ejemplo, hasta no hace mucho el autobús o el metro eran unos de mis lugares favoritos para leer. Desde que el teléfono móvil se ha adueñado de bolsos y bolsillos leo menos. No hay quien se centre en la lectura. La interferencia de llamadas y conversaciones telefónicas da lugar a nuevos textos inesperados cuando no a lecturas interactivas. De tal modo que no sé bien si estoy leyendo el libro que llevo o la historia que cuenta el que va a mi lado, el de atrás o el de en medio. Al bajarme en la parada me doy cuenta de que no sé muy bien a qué parte de la historia textual me llego ni de qué manera lo que he oído forma parte de aquella o si lo que leo se ha quedado a bordo. 





135.






No obstante, y a pesar de la publicidad  -como de tantas otras rémoras y dependencias-,  el que desea buscarse se busca. Encontrarse no está garantizado ni en el fondo ni en la forma. Este logro responde a un plazo vital y se manifiesta a la carta. Lo más positivo es que no se acaba nunca de intentarlo. Para algunos, ya la misma marcha supone el encuentro.  

134.





Siento un declarado desprecio por la publicidad. No sé decirlo de otra manera. Admito que en algunas ocasiones la imaginación y el ingenio de quienes trabajan para las empresas publicitarias y por lo tanto fabrican la publicidad saben interpretar muy bien el alma humana. Desde su superficie hasta lo más oscuro, de cuyas manifestaciones ellos hacen producto para adquirir productos. Conocen los deseos íntimos y las fantasías más recónditas que tenemos. Pero no puedo dar el visto bueno a que su fin sea la distracción y su objetivo  alejarnos del sentido profundo que cada ser debe encontrar, invirtiéndolo para convertirlo en la persecución de objetos perecederos. Y lo que es peor, que nos hagan vivir pendientes de ellos. Pero ya sé que es clamar en el desierto. El tema ha calado hondo. Hasta los currículum de los jóvenes son muestras publicitarias. Lo cual no hace sino reafirmar el papel de mercancía que juegan las personas y el círculo productivo y mercantil que cada vez nos engulle más, convirtiéndonos en otros seres (alienándonos, del latín alienus, ser otro; por cierto, hay una especie de hormigas llamada Lasius alienus. ¿Nos estarán indicando el camino?)


15/5/12

133.




No. La publicidad no es el mensajero, por más que utilicen medios técnicos propios de los mensajeros. La publicidad no es la noticia, por más que se adueñen de los espacios que pretenden cubrir las noticias. La publicidad no es el mensaje, por más que se consideren el fin que debemos conocer y proponernos los hombres. ¿Habéis visto estos días como a las sucesivas oleadas cíclicas de las estaciones del año que tratan de vender vehículos o vacaciones o perfumes se ha añadido de pronto una nueva? ¿Habéis visto el despliegue de publicidad de bancos y entidades financieras varias en los periódicos estos últimos días? No me gusta que además de considerarme cornudo me apaleen. Nunca vi cosa igual. Que los grandes ladrones quieran lavarse la imagen, vestirse de corderos y darnos de beber en sus manos. Alerta. Esa gente viene a por todas.


132.




Consolarse en el concepto cultural de la voz error. Hacerlo fuente de aprendizaje y de riqueza (no crematística) Saber que hay otro tipo de error que se lleva escrito en los genes probablemente, el que depara las peores sorpresas. El que decide tu tiempo, tu capacidad de recursos, tu lucha biológica, tu estado integral, tus límites. A su lado los errores cometidos por nuestras confusas conductas son exultación de vida. Ya se va viendo caer a  muchos amigos del entorno en los que se revelaron los errores marcados.


14/5/12

131.






Uno de los primeros errores grossos de los que guardo memoria tuvo que ver con el aprendizaje de la escritura. En mis tiempos aprendimos a escribir con palillero y plumín, untando en un tintero de loza incrustado en el pupitre. Tal ejercicio suponía emborronar frecuentemente la hoja del cuaderno  -caer chapones, se decía-  pero se trataba de un tipo de error generalizado que nos hermanaba a todos los alumnos. El error al que quería referirme es algo propio, personalizado, que se diría ahora. Un día que nos tocaba llenar los tinteros de cada pupitre echando la tinta de un botellón de considerables dimensiones tuve una extraña obnubilación. Comencé a verter la tinta y cuando estaba lleno el tintero yo seguí echando. La tinta desbordaba la mesa, caía al suelo y empecé a oír las voces de alarma, la bronca del profesor y las risas de los compañeros. Nunca supe por qué, siendo tan obvio, ordinario y racional aquel quehacer, sentí la llamada de mi propia abstracción, y aquel hecho subinfantil me produjo una vergüenza y una confusión mal curadas. Creo que a lo largo de mi vida han tenido lugar diversos despistes -prefiero utilizar ahora este término más suave y bondadoso-  que han podido causar trastorno o perjuicio a otras personas. Sin embargo, siempre que los he cometido lo he lamentado a medias. En ese instante de error donde el cálculo se diluye, no he podido quitarme de la mente cierta llamada díscola a obrar a contracorriente. Algo dentro de mí no ha querido que asumiera las reglas del juego, sin que ello haya significado mala voluntad o desprecio a otros individuos. Tampoco me he sentido torturado por un sentimiento de culpa, pues sé que antes o después volveré a tener algún fallo de ignota consecuencia. Es como si a través de tamaña imperfección otro ser quisiera tomar el relevo dentro de mí.



130.






El error es el primer compañero de viaje que conoce un hombre. Antes de aquel error del que tengamos memoria hubo muchos más. Tomamos como referencia alguno de nuestra infancia y luego permanecemos perplejos ante los que vamos cometiendo. Debatiéndonos entre la sorpresa y el malestar, no sabemos cómo corregir del todo los errores. Cuando vigilamos un lado de nuestra vida, algo nos regatea por otra parte. Cuestión de reacción o de elección, los errores nos persiguen en cualquier estadio de la existencia. Lejos de deprimirnos nos deberían enseñar la capacidad de que disponemos para percibir lo nuevo, lo inesperado. Porque, aunque a veces nos parezca que volvemos a equivocarnos en lo mismo que hemos errado anteriormente, podemos deducir también que mantenemos una actitud refleja, juvenil, que nos invita perpetuamente a volver a empezar.


12/5/12




(La nobleza del animal no se mereció jamás tan innoble uso por parte de una de las castas humanas)





129.





Uno de los ejercicios más innobles de la historia humana: las levas. Cada vez que leo algo sobre episodios de guerras aparecen aquellas reclutas obligatorias, con todo su oprobioso desprecio a los habitantes de los campos y ciudades. Aquello de vaciar pueblos y villas de la mejor juventud en nombre del señor, del Rey, del Papa, de la patria o de la nación me pareció siempre un crimen. Muchos jóvenes no volvieron jamás a su lugar de origen. Hoy las levas aparentan menos sangre y el desarraigo es de otro modo. Son las que componen el ejército de parados. Y las guerras son las escasas contrataciones competitivas favorecidas por el exceso de oferta de mano de obra. Por lo demás, ambas se asemejan en lo inciertas que son para el destino de los individuos.

128.





A veces aparece en la prensa la esquela necrológica de algún antiguo jefe, con el que tuviste más duras que maduras. Por supuesto, se despliegan en tu mente recuerdos del pasado, con todo su arco sufridor de conductas llevaderas o desagradables. Pero, sobre todo, se percibe un extraño regusto al confirmar que su poder era revocable y a la postre efímero. El club de la comedia de esta vida siempre tiene sus días contados para cada comediante.



11/5/12

127.





De la importancia del ejercicio de caminar para el otro discurrir. Discurrir era una de las palabras favoritas de mi padre. Seguramente no oyó hablar nunca de los filósofos peripatéticos que se juntaban en torno a Aristóteles bajo el pórtico del Liceo de Atenas. Por lo que no supo tampoco de las exposiciones y polémicas discursivas que tuvieron lugar soportal arriba y soportal abajo en aquella cultura urbana. Mi padre fue pastor. Muchas horas diarias, y a lo largo de muchos años, sin humanos alrededor y al pairo de los climas rigurosos del páramo castellano. Con todo el tiempo del mundo para entender a las ovejas y para observar la naturaleza inclemente y también generosa. Y para practicar aritmética y caligrafía, alguno de cuyos manuales elementales nunca faltaron en su zurrón (apenas un año había ido a la escuela de chiquito) Cómo logró convertir todo aquello en su propio discurso interior nunca lo supe con claridad. Debió deberse a la necesidad de la ocupación del tiempo y a las bondades de su propia receptividad. Así que, andando los años, discurrir se convirtió en un vocablo-recurso que utilizaba con frecuencia ante la torpeza de su hijo. Una de sus frases preferidas: hay que discurrir; dicha, eso sí, en tono severo y elevado, con talante riguroso y exhibiendo un ceño exigente. La verdad es que no sabe uno si ha aprendido a discurrir. Y si en cierto grado ha logrado algo, de qué manera ha accedido a ese recorrido de pensamientos y cómo ha practicado ese ejercicio de distinguir acerca de lo que debe elegirse. 


126.




Si Dios no existe  -cosa que me es indiferente-  yo sí existo. Lo leo en los Diarios de Alejandra Pizarnik. Percibo de inmediato el problema de lo indiferente, o más bien, de los indiferentes. Reside en que estos no rompen la barrera de la ideología y como mucho se refugian en ese planeta extraño e indefinido de lo agnóstico. Se puede pensar de otra manera y, sobre todo, con otro método. Pero si permaneces en la dialéctica de niego porque los otros afirman siempre serás preso de quienes se sienten más cómodos entre las ideologías acomodaticias. Los pensamientos ideológicos se consolidan como señuelos, lo cual es una contradicción sonada, pero que se da. Por supuesto, esta observación crítica acerca de una frase de Alejandra  -más bien trato de aprovechar una cita que me sugiere saltar-  no resta un ápice mi apasionada atracción mortal por su poesía y por sus reflexiones vitales. Alejandra es mucha Alejandra. Ese yo sí existo es tan valiente como digno de reconocimiento. Alejandra se eleva y denota una cualidad clamorosa que emana de su conciencia de materia. Me arrastra a pronunciar con ella: Sí existimos. Para chasco.


10/5/12

125.





Un rostro Modigliani de mujer joven en el autobús. Piénsese en el más ovalado y asténico que se pueda imaginar, pues así. Severo, ausente, reconcentrado. La ventanilla lo reflejaba, duplicándolo y haciendo justicia a sus perfiles. Dos rostros convergiendo en una abstracción.La mirada no era tan afectada como los retratos del pintor y ahí el ser real desmontaba la caricatura pictórica. Facciones más vivas pero no menos marcadas. Me pregunté si Modigliani tendría alguna primera impresión de calle, como la mujer del autobús, o se dejaría influir por la imaginería medieval. Las rutas a través de las que cabalgan los pintores definiendo por inercia o por sorpresa sus estilos son inexcrutables. A la mujer del autobús le sonó de pronto el móvil y se hizo añicos el efecto Modigliani. Entre sonrisas y movimientos de los labios su rostro se distendió. ¿Sabrá aquella mujer que inadvertidamente porta un rostro Modigliani cuando se abandona a sus pensamientos e interpone con el mundo una discreta y opaca autodefensa?  



9/5/12





(Alonso Berruguete interpretó muy bien el sacrificio, basándose en una anécdota de la mitología judeocristiana)



124.





Múltiples o uno, los dioses siempre han exigido sacrificios y los hombres han entrado al trapo. El problema de los hombres no son los dioses sino los otros hombres que obligan a someterse a ellos. Si se desmontase la estrategia de estos otros hombres las ancestrales creencias quedarían en fútiles e incluso inútiles del todo. Pero, ¿hasta qué punto quieren los humanos desembarazarse de los sometimientos? Tal vez cuando asuman que no se les pide solo un ejercicio simbólico del sacrificio, sino cuando entiendan que el sacrificio  -cuya más elevada representación es la hecatombre sangrienta de millones de individuos, como ha probado el acontecer de la historia en múltiples ocasiones-  se persigue para obtener oscuros y siniestros fines de las castas.


123.




Me convenzo cada vez más de que las expresiones de poder no son sino huidas hacia adelante en la representación de la farsa. Que por más exhibición que se haga de ellas, seguimos habitando el fondo de la caverna, incluidos los que hacen superioridad de su arrogancia. De tal modo que el círculo vicioso no se rompe nunca, y nunca llegamos a ver con claridad que hay de real o de ficción en las formas y conductas de vida. Intentos por salir se han hecho innumerables. Pero no es fácil saber si estamos más cerca de la salida o si la gruta se ha ampliado.


8/5/12

122.




¿Cuándo se dio en él la necesidad de matar al padre? ¿Antes o después de sentir la urgencia de matar a los dioses? No lo tiene claro. Pero es probable que el odio prendiera si no en el mismo fogón, sí en un horno semejante. Tremenda cultura en la que difícilmente se impone Eros, siempre rendido al sacrificio exigido por Tánatos.


121.





No hay que pensar en el Universo para evadirnos de nuestra parcelita de vida cotidiana y menos para aligerarnos de las responsabilidades directas. Pero viene bien tener presente la existencia del Universo, que ya algunos científicos le van llamado Multiverso, como sentido que nos imbrica en conjuntos más amplios. Primero, porque existe y no es una invención como todo lo que han transmitido las ideologías religiosas. Segundo, porque no se trata de una fe basada en mitos e idealismos  -reflejo de los límites y temores humanos ancestrales, por una parte, y posteriormente de justificación de las castas-  sino de una realidad compleja  -mutable, expansiva, interactiva en factores, materias y vacíos-  cuyo conocimiento avanza día a día, aun cuando eso implica saber que el conocimiento de hoy no va a ser mañana de la misma manera, sino que también variará. Tercero, porque si meditáramos mínimamente con arreglo a nuestra modesta capacidad de saber individual sobre las cuestiones del tiempo, dimensión y generación dispar y continua del Universo debería servirnos para replantearnos una nueva ética humana, que nos hiciera caer del burro y buscar la armonía entre la especie y con la naturaleza. Cuarto, porque ni la Tierra ni la especie humana somos centro del conjunto ni por asomo, idea torpe y generalizada desde la antigüedad, basada en una visión de mirarnos al ombligo. Ya sé que es pedir un esfuerzo superior a unas individualidades y un entorno que viven agobiadas por sus menudencias, como si éstas fueran todo el universo. Pero, de alguna manera, hay que intentarlo, antes de que los falsos profetas y los mercaderes del pensamiento reactualicen sus viejos cuentos.

7/5/12

120.





Véase de qué manera los momentos emocionales quebradizos pueden arrojar más luz que el ordenado y riguroso ritmo cotidiano. Naturalmente hay luz si se mantiene una alerta y una capacidad viva de cuestionamiento de lo que experimentamos. Pero los estados emocionales también pueden aportar obnubilación y desprovisión de las ganas de seguir ejercitando la propia vitalidad si no los escuchamos adecuadamente. Una actitud racionalizadora y monótona no proporciona por sí misma ni claridad para interpretar la vida, ni nos afianza en nuestra conciencia, ni nos garantiza el logro de objetivos con cierta calidad moral, algo que se exige con más intensidad en tiempos adocenados y mecánicos. Es imprescindible, pues, que las emociones nos hablen, nos toquen, nos deslumbren y nos hagan sentir. Están dotadas de una inteligencia particularmente íntima que se rebela contra las normas y las sumisiones, que nos hacen ser.  




119.




Hay días en que uno se pregunta: reflexionar, ¿para qué? Escribir, ¿para qué? ¿Para no llegar a ninguna parte? ¿Para que, aunque quieras, no te dejen? ¿Para que no sirvan para nada ni tus pensamientos ni tus letras? Ah, sí, se dirá que siempre queda el margen de la satisfacción interior. O simplemente de tu método de comprobación. No estoy seguro de que sea suficiente. Llega un momento en que pensar se convierte en dar vueltas en círculo a los mismos temas. Y que escribir no es sino repetir el mismo ejercicio elíptico. Sin que ya no te consuele ni a ti mismo.






6/5/12





(Nunca es tarde para ocupar los vacíos que nos pertenecen)



 

118.






Mas ese miedo a la libertad no es solo un fenómeno de nuestra época. Ni la delegación de sus derechos que efectúan los hombres ni las inútiles invocaciones a lo abstracto conducen a ninguna otra parte que no sea a la desgracia consiguiente a esa dejación. Ya Homero se apresura a aclarar en Odisea la torpeza de los seres humanos: ¡Ay, ay! ¡Cómo les echan las culpas los mortales a los dioses! ¡Pues dicen que de nosotros proceden las desgracias cuando ellos mismos por sus propias locuras tienen desastres más allá de su destino! Ciertamente si los hombres se ratificaran en sus capacidades y vieran con claridad su fuerza podría corregirse el destino a tiempo. La mayor locura es la renuncia. El mayor error es la entrega ciega a los que se erigen en nombre de los hombres para capitanearlos. Hasta la Democracia, acaso el sistema más perfeccionado que los humanos hayan inventado para su coexistencia, hace agua porque ya no responde a la fe laica de los ciudadanos, una vez que estos se han dejado extraviar y han renunciado a los nuevos objetivos de cada tempo histórico.  



117.




No me tengo por agorero ni siento la vocación del desastre. Si nombro las dificultades es más como cálculo de posibilidades que como ejercicio de visionario y mucho menos como esotérico creyente del fatum. Sigo pensando que es el miedo a ser libres lo que crea problemas y desgracias a los individuos y a las sociedades. Ese miedo paraliza e impide que probemos otras maneras de ver y hacer las cosas. Se me dirá que probar es arriesgar. ¿Por qué no prever el riesgo y cambiar antes de que estemos al borde de lo irreparable, justo cuando el riesgo ya no es meramente un aviso sino un hecho consumado y trascendido en algo peor?


5/5/12

116.





Si el pasado había muerto, el presente era incierto y terrible, y misterioso el futuro...He aquí un ejemplo de cómo una frase antigua y categórica puede sacarse de un contexto y sirve para introducirla en otro. Incluso en el actual que vivimos. Tal vez sus matices podrían ajustarse hoy. No sé mañana o dentro de un año. Me da que esa cita se ha repetido infinidad de veces en todos los tiempos. Y que se actualizará y servirá nuevamente para los venideros. Hay algo en ella de procedimiento dialéctico (¿otra vez Hegel?) recurrente y fatídico. Bien porque utilicemos el mismo giro o porque las circunstancias sean siempre a grosso modo análogas. La saco del libro de Carlo Levi, El miedo a la libertad, refiriéndose a lo que iba a tener lugar hace setenta y dos años en Europa. Díganme que soy un agorero y quédense a gusto si lo prefieren.



115.





La conciencia de la infancia se llama juego. La conciencia de la adultez se llama juego...envenenado. La permanente memoria de la primera no es suficiente para conjurar la presencia de la segunda. Acaso resida ahí el conflicto que no resolvemos.




4/5/12

114.





En tiempos de tribulación, ¿debe procurar la naturaleza de las cosas sosiego para los bienpensantes acomodaticios que viven a costa de aquello que genera carencias y dificultades en otros?


3/5/12






113.





La historia, cuando entra en detalles, pierde vuelos épicos, dice la voz narradora en la novela Las voces del Pamano. Lo cual me hace pensar que la historia es narración. Y que dependiendo de quien la narre, habrá lecturas más o menos épicas. ¿Será la historia, pues, una larga e intrincada novela? Son esos detalles  -los que hablan de la vida y de los seres que han habitado el mundo-  los que deconstruyen la excusa de la interpretación interesada de la historia. Son esos detalles los que ofrecen el rostro nada exultante ni sagrado de ls defensores de la épica. Quiero conocer los detalles. Las vidas cruzadas.


2/5/12

112.






Pensar en el Océano es pensar inmediatamente en Odiseo. ¿Y en Ítaca? Naturalmente. Es lo que ha suscitado su viaje. Desde que Cavafis lo exaltó en su bello poema, el viaje como aquello que de verdad cuenta, no se atreve a negarlo. El viaje está poblado de monstruos y de seres fantásticos, de territorios insuperados por los humanos y de profundidades terroríficas, de propuestas cautivantes y de seducciones abrasadoras, de acuerdo. Se enfrenta a las dificultades, se ve tentado o retenido, las sortea. Comprende el carácter inequívocamente pasajero de cualquier contrariedad. Extrema el esfuerzo, el autocontrol, el ingenio. Resiste. Sabe que lo importante es no renunciar. Aunque toda la ruta sea un mundo de experiencias no tendría sentido sin el destino anhelado. Vive el día a día como accidente, pero en la medida que se transforma en aventura lo vive además como sentido. Ha impregnado su vida, hace su vida, le edifica. Sigue anhelando la costa deseada, sí. Y Homero, que lo sabe, decide describir y poner el énfasis como lo que es: un relato de aventuras, de acontecimientos, de sucesos en que el valor y la agudeza del hombre cuentan por sí mismos. En que el hombre se pone a prueba. Y el destino pasa a segundo lugar, es la excusa. ¿Tal vez porque es solamente aspiración? No hay reconciliación con uno mismo sin travesía, sin duda alguna. Pero él se queda con la mirada extraviada. Por cada Odiseo que supera las pruebas, si es que hay alguno, ¿cuántos han quedado en el camino? El héroe es también representación de una aspiración, una otra imagen que acaba mostrándose imposible o, al menos, no triunfante. Los mitos suelen estrellarse contra la vida cotidiana. A Odiseo le salva que no es un héroe épico, es el aventurero. Aquello en que todos los humanos problablemente desearían convertirse.








111.





Hay amaneceres en que ruge el océano. No puede ni sabe contenerlo. No debe hacerlo. Se empeña en que no le desborde. La vana pretensión que conlleva un ejercicio de contención tan inusitado debería hacerle entrar en razón. Si no quiere ser engullido. ¿Y si se deja llevar sin resistencia?

1/5/12

110.





Los haikus y los senryûs se me asemejan a los ukiyo-e, los grabados del mundo flotante japonés. El mundo flotante no es lo líquido en el sentido de efímero y que no permanece. El haiku o el senryû pretenden representar lo cotidiano que puede o quiere pasar desapercibido. Puede ser lo insólito, lo inesperado, lo recóndito, la sorpresa por lo desconocido. Es sobre todo el asombro que se produce en nosotros. En una luz del día, en un paisaje, en otra especie, en un comportamiento o en las diversas maneras como fluye lo que tiene lugar a nuestro alrededor. Nuestra percepción se pone en guardia ante el don. Quien capta lo insignificante no lo está reduciendo, sino poniendo en su lugar y tratando de llevar la mirada humana hacia ello. Creo que haikus y senryûs responden a esa pretensión. Percibirlos hoy como elementos cargados de nimiedad al estilo de lo burdo y lo pasajeramente inútil  -como tanto espectáculo como se nos brinda por las ondas mediáticas-  está fuera de lugar. Cito un senryû de Kamegaya Chie:

                          En el espejo,
                          al cambiarme de ropa,
                          se podía ver la nieve.

Su autora me transmite el asombro, de manera análoga a como a ella le impulsara esta descripción. Se me pega el texto y establezco una lectura circular que me sumerge en su profundidad.  



109.




Leo haiku en el autobús. Un conocido que se dice conocedor de literatura me comenta que es muy apropiado para estos tiempos. Escritos líquidos para tiempos líquidos, me espeta. Te habrás leído el libro entero en el trayecto, ¿no? Le contesto que solo he leido un haiku. Que ya es mucho. Que me basta. Noto que cree que le tomo el pelo y desvía la conversación hacia otros derroteros.