29/5/12

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En un tramo de la avenida próxima a donde vivo las raíces de los árboles levantan el pavimento de las aceras. Los hermosos plátanos alegran con su floresta el paseo pero su base, tradicionalmente recóndita, se manifiesta potente y audaz. La razón técnica es que las capas freáticas en esa zona son generosas y están a escasa profundidad. Yo prefiero imaginar que las raíces tienen celos del tronco, de las ramas y de las hojas y se niegan a seguir en la húmeda oscuridad del subsuelo. Tampoco es que se nieguen, es que quieren crecer más. Hace tiempo que descubrieron que existe un diálogo entre la luz y las tinieblas. Por eso están un poco hartas de que ellas, las protagonistas de verdad, sigan bajo el manto de la tierra mientras el árbol visible se cuelga las medallas a los ojos de los paseantes. Atónito por su rebelión yo preferiría que los operarios municipales no se acercaran a corregir los desperfectos. Y es que la fuerza en acción de lo natural me hace meditar. Si fenómenos tan elementales sirvieran para reducir la engreída superioridad de los humanos...



1 comentario:

  1. Despreciamos cualquier otra forma de vida distinta a la humana, y también nos despreciamos entre nosotros mismos. Por cualquier mínima diferencia. O sin haberla.
    Menuda especie.

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