En un tramo de la avenida próxima a donde vivo las raíces de los árboles levantan el pavimento de las aceras. Los hermosos plátanos alegran con su floresta el paseo pero su base, tradicionalmente recóndita, se manifiesta potente y audaz. La razón técnica es que las capas freáticas en esa zona son generosas y están a escasa profundidad. Yo prefiero imaginar que las raíces tienen celos del tronco, de las ramas y de las hojas y se niegan a seguir en la húmeda oscuridad del subsuelo. Tampoco es que se nieguen, es que quieren crecer más. Hace tiempo que descubrieron que existe un diálogo entre la luz y las tinieblas. Por eso están un poco hartas de que ellas, las protagonistas de verdad, sigan bajo el manto de la tierra mientras el árbol visible se cuelga las medallas a los ojos de los paseantes. Atónito por su rebelión yo preferiría que los operarios municipales no se acercaran a corregir los desperfectos. Y es que la fuerza en acción de lo natural me hace meditar. Si fenómenos tan elementales sirvieran para reducir la engreída superioridad de los humanos...
Despreciamos cualquier otra forma de vida distinta a la humana, y también nos despreciamos entre nosotros mismos. Por cualquier mínima diferencia. O sin haberla.
ResponderEliminarMenuda especie.