Diálogo en una película ordinaria de enfrentamiento y matanzas entre bandas rivales.
La amante (a la fuerza) del jefe de una de las bandas:
- Mi miedo es mi maldición. ¿Cuál es la tuya?
Respuesta, tras una pausa, del apuesto matón free lance cuya caridad con las mujeres es paralela a la debilidad que siente por ellas:
- Vine al mundo sin conciencia.
Este diálogo aparentemente áspero, muy propio y trivializado para resaltar la dureza de los típicos personajes de Hollywood, podría olvidarse en cuanto aparece The End. Pero no sé qué es lo que flota en el ambiente de estos días, que dan ganas de extrapolar la conversación, situarla ahora mismo y en el mundo real, y poner otros rostros, otras situaciones, otras extorsiones, otros enfrentamientos larvados, otras barbaries en ciernes. Más allá del The End del celuloide sospechas que una buena parte de la sociedad actual es esa amante cortejada (a la fuerza y por un precio) y que los matones que responden de esa manera tan amoral se revisten cada día de honorables personajes de las instituciones internacionales y nacionales, públicas y privadas, desde las cuales rigen haciendas y vidas.