Siento un profundo respeto por toda labor modesta y silenciosa de aquellos individuos que actúan a favor de la gente. En tiempos en que se defenestra con el lenguaje y el desprecio -es legítimo criticar pero también cómodo e ineficaz si se limita a un improperio- a muchos cargos elegidos electoralmente tengo que alzar una voz por los dignos, los sinceros, los desinteresados, los preocupados de verdad por la política. Porque los hay. Acaso entre los electos existan más figurones, oportunistas o simples seguidores de la voz del amo. Pero detrás, en bases activas, estén o no agrupados en entes, sean cuales sean esas agrupaciones pero siempre con fines de avance, hay gente cuerda, sensata, que aporta. Como les he conocido desde siempre y sé distinguirlos todavía tengo que hablar por ellos. Son los irreductibles, como Espartaco. Son los imprescindibles, que decía Brecht.