Por más que diga Leopardi que las cosas están hechas para amarse, uno se resiste a tanta benevolencia. No obstante, las cosas tampoco están hechas para el odio. Si algo nos pierde a los hombres es el maniqueísmo. Amor y odio, satisfacción o rechazo, progreso o reacción, aportación o abandono, por ejemplo, son términos que no existen para comprobar ningún origen ni ninguna finalidad. Las cosas están hechas simplemente para el acontecimiento. Una fina línea detiene o precipita a éste en el torbellino de sensaciones que a los hombres nos placen o nos ahuyentan. Rendirnos gozosamente a lo que nos alienta o sucumbir ante lo que supone dificultad son dos rostros del mismo pulso. Las cosas están hechas, y las rehacemos, para hacernos sentir.
"Como a Leopardi,
ResponderEliminarle gustaba la risa.
Y entre todas las risas,
la de las muchachas campesinas con tacón alto
y vestido estampado,
un domingo, después de comulgar en misa."
LÍRICA. Manuel Rivas