Tanto anhelo de infinitud nos mata a los humanos. Jugamos a ser cabeza de ratón cuando podríamos ser unas excelentes colas de león. De todos modos dudo que se nos dé a elegir. De hecho somos esto último. Pero ese complejo que nos acompaña de considerarnos planetas menores nos llevó a sobrepasar nuestros límites originales. Y si bien esta tendencia a ir más allá en nuestra aventura desencadena nuevas motivaciones, también nos proporciona la caja de Pandora de los riesgos irreversibles y del dolor. Tal vez debiera imponerse un cierto grado de conciencia planetaria que no abandone jamás la idea, o mejor dicho, el reconocimiento del hecho de que somos partículas o polvo cósmico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario