La primera impresión es que nacemos sin mirada. Acostumbrados aún al otro mundo, donde todo se ha ido haciendo en su justa y exacta medida, donde todos los demás sentidos se fueron impregnando de la cultura del útero, donde la visión no era lo imprescindible.
Pues no sé qué decirte: he visto niños nacer con los ojos bien abiertos. Aunque tal vez mirasen hacia adentro...
ResponderEliminarA mí, sin embargo, la mirada -breve- de un recién nacido, me resulta una ventana abierta a lo que debe ser la inocencia del paraíso.
ResponderEliminarNecesitamos recuperar esa mirada interna para valorar lo que realmente es importante. Esa mirada limpia, esa inocencia de la que nunca nos deberíamos de desprender.
ResponderEliminarun abrazo.