22/6/12

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Nazario es un explorador, aunque más bien de lo que dejó atrás. Se sienta a comer en las mesas de las casas de comida más huérfanas, se apoya en los mostradores de las tabernas más inmundas y se pasa de vez en cuando por los burdeles más desangelados. Lo hago porque me recuerdan otros tiempos, dice con un tono de cansancio ya habitual en él por lo avanzado de los años. Busca aquellas situaciones y lugares donde parezca que no ha pasado el tiempo. O que el tiempo se ha parado. Ciertamente, son escasos los parajes antiguos que permanecen, pero él los conoce y los frecuenta. No me atrae lo moderno, le falta sentido, dice. No entiendo muy bien lo que quiere decir, pero interpreto que él se recrea en un vínculo fiel con su pasado, donde busca no perder del todo la memoria. No le importa toparse con camareros autistas y silenciosos, con congestionados despachantes de vino peleón o con putas que no creen ni en sí mismas. Hay algo familiar en todos ellos, un residuo, son como testigos de mi vida, confiesa con desparpajo y harta sinceridad. Nazario, con esta actitud, levanta su particular acta notarial de lo que jamás volverá. Yo le he escuchado muchas veces sus confidencias, sentados los dos a la fresca del atardecer, en uno de los pocos merenderos que sobreviven de décadas desaparecidas. Donde aún le hemos dado al vino de porrón y a la lata de bonito, otra seña de identidad de su época que yo aprendí, aunque no frecuenté. Nazario no apareció el otro día. Nazario se ha quedado de explorador del vacío, justo la víspera del solsticio.





2 comentarios:

  1. Ahhh... la nostalgie. Me encantó. O, debe ser que me identifico con Nazario.
    Un beso!

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  2. Otra standard de calidad. Otro escalón. Por ejemplo, excelente.

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