La calle, tan cálida, aunque no siempre nos pille receptivos y con humor. Tres hombres jóvenes van pegando carteles modestos de tamaño folio por las paredes. Para la mayoría de los paseantes tanto los hombres como los carteles pasan desapercibidos. Leo el texto y sé de su causa. Una huelga motivada por una serie de despidos producida por la penúltima reconversión laboral. Solicitan consideración y apoyo ciudadano. Me hiere su infortunio y la escasa atención que se les presta. Cuando estoy a la altura del grupo no puedo evitar decirles ánimo, simplemente. Los tres contestan agradecidos como si fueran una voz única. Es una complicidad espontánea la que hemos establecido, sin rubor. Me pregunto si una palabra sencilla, colocada con calor y sentido en el momento justo, sirve. Palabras como partículas de barro que desearían levantar otro edificio que desplazara al ruinoso donde habitamos.
No se si servirá, pero se agradece. Bs.
ResponderEliminarExiste cierta actitud indolente ante el desastre y una cierta indiferencia ante las catástrofes individuales o de pequeños colectivos, en medio del cataclismo general.Sí sirve, en mi opinión. ¡Claro que sirve! La fuerza de una palabra, que rescata de la invisibilidad y de la indiferencia. Tal vez las palabras sirvan también para construir nuevos edificios, nuevos mundos, algo menos inhóspitos que éste que se nos ofrece.
ResponderEliminarUn saludo
Y es tan difícil hacerse oir en medio de la vorágine de las urgencias ajenas!
ResponderEliminarCuando nos acostumbramos a algo por cotidiano, empieza a insensibilizarnos. Una verdadera lástima.
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