Cuando entro en un palacio antiguo o en una catedral, paseo por las calles de un casco viejo o contemplo un cuadro en un museo pregunto a los fantasmas. También me pregunto a mí mismo (lo que me dice, lo que me llega la visión) Pero sobre todo me cautiva sorprenderme. Enseguida brindo con mi pequeña copa de admiración por la obra del hombre.
Yo suelo brindar por la capacidad humana para crear cosas verdaderas y perdurable en el tiempo, aunque luego pienso en la misma capacidad con que es capaz de destruirlas. Disfrutemos mientras podamos.
ResponderEliminarCordial saludo
Yo no suelo preguntar, más bien me quedo asombrada de cómo he quedado cautiva de esa nave abovedada, o de aquel otro cuadro, insignificante para la mayoría.
ResponderEliminarEs una buena reflexión, creo que la capacidad de conmoverse ante la belleza o la magia de las cosas es un tesoro al que nunca deberiamos renunciar.
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