16/5/12

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Siento un declarado desprecio por la publicidad. No sé decirlo de otra manera. Admito que en algunas ocasiones la imaginación y el ingenio de quienes trabajan para las empresas publicitarias y por lo tanto fabrican la publicidad saben interpretar muy bien el alma humana. Desde su superficie hasta lo más oscuro, de cuyas manifestaciones ellos hacen producto para adquirir productos. Conocen los deseos íntimos y las fantasías más recónditas que tenemos. Pero no puedo dar el visto bueno a que su fin sea la distracción y su objetivo  alejarnos del sentido profundo que cada ser debe encontrar, invirtiéndolo para convertirlo en la persecución de objetos perecederos. Y lo que es peor, que nos hagan vivir pendientes de ellos. Pero ya sé que es clamar en el desierto. El tema ha calado hondo. Hasta los currículum de los jóvenes son muestras publicitarias. Lo cual no hace sino reafirmar el papel de mercancía que juegan las personas y el círculo productivo y mercantil que cada vez nos engulle más, convirtiéndonos en otros seres (alienándonos, del latín alienus, ser otro; por cierto, hay una especie de hormigas llamada Lasius alienus. ¿Nos estarán indicando el camino?)


5 comentarios:

  1. Has dicho una verdad como un templo. He peleado contra ese axioma muchos años y sin embargo he vivido toda la vida de esa empresa o de esa profesión. No es una contradición? A pesar mío de algo hay que comer. Lo único que la salva son los creativos tan geniales que hay en ella, aunque a veces se pasen de la raya.
    Besos.

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  2. Un ejemplo:

    http://vocesdelextremopoesia.blogspot.com.es/2012/04/la-poesia-y-los-mercenarios-de-la.html

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  3. En este mundo consumista y competitivo, el que no sabe venderse, no sobrevive. Lamentablemente, eso es lapidario.

    Un abrazo.

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  4. Bueno yo comparto esa manía hacia la publicidad, y sin embargo...hay que reconocer que ésta también proporciona información valiosa acerca de cómo se supone que somos vistos, al menos en nuestra mayoría, es decir información acerca de nosotros mismos.

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  5. No, la publicidad no nos da información de cómo se supone que somos vistos, sino que nos dice cómo quiere el capital que seamos, que consumamos, a qué cosas -siempre muy materiales- aspirar, con qué entontecernos y no pensar.

    El que no sabe venderse quizá sea honrado ser consigo mismo. Eso del "hay que saber venderse" es puro capitalismo, competitividad y otras lindezas (lacras) del captalismo por cuyos rastreros eslóganes estamos en la situación de la cual nos quejamos tanto ahora.

    Demostrado está ahora la falsedad de ese mensaje: por mucho que "sepas venderte", no hay dinero para comprarte o comprar lo que tú quieres vender.

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