¿Por qué cualquier cosa que nos regalasen en la infancia nos llenaba? Un bolígrafo usado, unas canicas, unos cromos, un indio de goma, unas muñecas recortables...suponían todo un tesoro. Más: un mundo incluso, presto a ser explorado en nuestra imaginación. No importaba que fueran nuevos o gastados; aquellos pequeños objetos eran la novedad. No digo ya una excursión de un día con la escuela. Eso era una aventura. Los pupitres y los bolsillos se hallaban convertidos en señas de identidad minúsculas, pero esenciales. Ah, la novedad de lo pequeño, de lo que era insignificante a los ojos de los adultos. La capacidad de asombro y de entusiasmo que poníamos en nuestras parvas posesiones. No sé si era la escasez, la limitación de bienes de aquellos tiempos, de una conducta menos obsequiante de nuestros mayores. Me dicen algunos amigos que aquella lúdica capacidad de imaginar a partir de lo escaso y de lo nimio no la han superado. Medito en ello.
16/4/12
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¿Por qué cualquier cosa que nos regalasen en la infancia nos llenaba? Un bolígrafo usado, unas canicas, unos cromos, un indio de goma, unas muñecas recortables...suponían todo un tesoro. Más: un mundo incluso, presto a ser explorado en nuestra imaginación. No importaba que fueran nuevos o gastados; aquellos pequeños objetos eran la novedad. No digo ya una excursión de un día con la escuela. Eso era una aventura. Los pupitres y los bolsillos se hallaban convertidos en señas de identidad minúsculas, pero esenciales. Ah, la novedad de lo pequeño, de lo que era insignificante a los ojos de los adultos. La capacidad de asombro y de entusiasmo que poníamos en nuestras parvas posesiones. No sé si era la escasez, la limitación de bienes de aquellos tiempos, de una conducta menos obsequiante de nuestros mayores. Me dicen algunos amigos que aquella lúdica capacidad de imaginar a partir de lo escaso y de lo nimio no la han superado. Medito en ello.
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Escribe una niña: Es que los mayores estan tontos con eso de la oxidación, y lo malo es que yo también quiero ser como ellos. Bs.
ResponderEliminarcreo que el mundo desarrollado, sobre todo, necesita una lección de escasez, tal vez por tenerlo todo se cae en una especie de abulia reconocida, que estila un comején que va minando la imaginación y la desgracia es el vicio por lo tangible pocas veces tiene pasaje de regreso.
ResponderEliminarAh! cómo recuperar las cavernas y los palitos de madera que frontándolos nos hacían producir el fuego.
Saludos mil!
me pido seguir, quedarme en esa onda de algunos de tus amigos
ResponderEliminardentro de lo nimio y lo pequeño encuentras lo Gaaande, lo mas mejor
saludos!
Quizá la clave está en la capacidad de ilusionarse. Por mi sobrino veo que, ahora, los niños apenas la tienen. Demasiadas cosas, demasiados juguetes, demasiado de todo. Ya no existe conciencia de un placer infantil excepcional. Lo excepcional sucede casi todos los días.
ResponderEliminarUn saludo.
Quizá la clave está en la capacidad de ilusionarse. Por mi sobrino veo que, ahora, los niños apenas la tienen. Demasiadas cosas, demasiados juguetes, demasiado de todo. Ya no existe conciencia de un placer infantil excepcional. Lo excepcional sucede casi todos los días.
ResponderEliminarUn saludo.
Muy cierto, para el niño todo es nuevo y está abierto a sorprenderse a cada instante, opino que es vital recuperar esa mirada en la vida adulta.
ResponderEliminarNo creo que los niños de ahora sean muy diferentes, lo malo es que muchos adultos no les permiten a los niños que se aburran un rato, compartimentan su tiempo en actividades hasta la extenuación, y sin un poco de aburrimiento de vez en cuando es difícil ponerse a pensar.
cuando niños, una sombra un ogro, las manos un avión, y el amor una sonrisa escondida
ResponderEliminarsaludos
aún no lo he superado y espero no hacerlo nunca: una piedra, una ramilla, un rayo de sol, el movimiento de la copa de un árbol (y mucho más)
ResponderEliminarBuena pregunta y creo tener la respuesta, y no es otra que la “valoración”, pues saber valorar las cosas con una sabia educación hace que uno no necesite de cantidad sino de calidad, y esta va en función a lo que uno necesite.
ResponderEliminarEs mi modesta opinión… Saludos
De niños inventamos una historia para cada objeto, lo hacemos grande, a la medida de nuestros sueños o nuestras ilusiones, las cosas se imprimen de un valor inmaterial pero más real que el propio. Es la inocencia del niño lo que pierde el adulto y ahi aniquilamos la capacidad de dar vida a lo más insignificante.
ResponderEliminarNos ha gustado esa reflexión.
Un saludo por duplicado ejemplar