He tomado la severa decisión de des-informarme. Por supuesto, no es irrevocable. Simplemente se trata de que cada vez que oiga una sandez del ministerio público no se me ponga un nudo en el estómago ni sienta que la bilis se agita en el órgano secreto, al decir de Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto (buzo / de la más peligrosa / profundidad del hombre, / allí escondido / siempre, cantaba Pablo Neruda en su oda al hígado) No alarmarse. A esa des-información terapéutica contrapondré un ejercicio reposado de intentar enterarme sin ruidos chirriantes, sin imágenes de personajes chulescos, sin voces altisonantes, sin energúmenos con pseudoargumentos, sin jetas de oportunistas de baja estofa que emiten guturales discursos de despropósitos, necedades y mentiras. Nada de ecos ni resonancias de la banalidad cotidiana, me ha recomendado mi Yo protector. Ese ángel fieramente humano cual lapa bajo mi piel.
Sano e instintivo sentido de la supervivencia, el mal de hígado no produce otra cosa que dolor. Bs.
ResponderEliminarEse tipo de des-información será terapéutico.
ResponderEliminarSaludos.
Antón.
Es que la información que nos dan ya es desinformación. Ejemplo: "no vamos a subir los impuestos, sólo reestructurarlos" y catacrack, subida del IVA!
ResponderEliminar¡Dichoso tú, si lo consigues!¡Ojalá yo pudiera hacer lo mismo! Quizá debería proponérmelo, por razones de salud física y mental.
ResponderEliminarUn saludo.
P.S. Nos esperan unos viernes terribles.
En su momento, yo decidí no escuchar nunca más a los economistas. Suelen tener la perversión de mentir, subvertir y amargar a la incauta "gente de a pie" que intenta, ante las crisis, comprender, por medio de las explicaciones de los "entendidos" las razones de sus padecimientos. Craso error. No sólo encuentran siempre las responsabilidades mayores en los de a bajo, sino que además, cambian totalmente de argumento cuando la realidad les desmiente los preceptos que sostenían en un primer momento.
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