30/4/12

108.





Experimentar el túnel del tiempo. Pasar por una calle donde aún permanece algún viejo edificio de cuyo portal emana un olor a humedad que no ha cambiado nada en medio siglo. Oler en un patio de vecindad la elaboración de unas pastas caseras. Acercarse hasta uno de los últimos merenderos al aire libre, con sillas de tijera y mesas de mármol. Entrar en los últimos billares de la ciudad. Escuchar de pronto  Simon&Garfunkel o un tango especial. Acercarse a la barra alta de una tasca apenas renovada donde parece permanecer el aroma de las anchoas. Simples ejemplos. Las huellas son tan escasas. Sin embargo cada elemento provoca una catarata de ordenados recuerdos. Un fulminante estar en otro tiempo y situación. Y la visualización de personas que hoy no existen y sus gestos y sus palabras coloquiales, más ese degustar con la nariz y sentir la ensalivación en la boca. Extraño momento de abstracción merced al poder de los sentidos. Fugaz huída a lo que no es sino esa oscura zona del cerebro que lentamente nos va abandonando. 



2 comentarios:

  1. Mientras sigamos evocando no nos abandona totalmente

    ResponderEliminar
  2. Sin embargo son los más antiguos recuerdos los que permanecen indelebles hasta el final -salvo enfermedades excepcionales- La gente mayor suele olvidar primero lo inmediato, pero los recuerdos más añejos los tienen muy presentes.

    ResponderEliminar