Pero tanto el exiliado como el anacoreta se transforman en una condición, no solo de vivir, sino de ser. Ese apartamiento que ellos necesitan va a posibilitarles meditar. El ermitaño se planteará el corte de raíz con toda forma de vida anterior. No solo ha cuestionado unas relaciones, una historia, un pasado, una convivencia: se ha cuestionado esencialmente a sí mismo. Y no desea más huídas hacia adelante. El exiliado interior acaso solo se limite a repensar su relación con una situación, un tiempo y un país determinados. A introducir el razonamiento sobre nuevas bases, eso sí, distanciado de nombres, de ideologías, de rostros, de secuencias nefastas. Y a esperar que todo cambie. Ambos se instalan en una especie de exclusión donde poder ir transcurriendo sus días sobre finos y cortantes márgenes. No están fuera del todo. Solo el suicida lo ha hecho.
Me ha gustado esta reflexión, practico la meditación, no para aislarme, sino para estar despierta. Acallar la mente,ir más allá del pensamiento, es algo que no se puede explicar con palabras.Creo, tengo el convencimiento, que mucho de lo que escribo bebe de esa fuente.
ResponderEliminarUn abrazo en la poesía.
Había olvidado agradecerte tu presencia en mi blog. Gracias!
ResponderEliminarEstán fuera de todo en lo que no quieren estar, a su modo. Transformarse en la condición de ser debe de ser tarea ardua. Muchos no sabríamos hacerlo.
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