Si hubiera consciencia de la vida ajena y ficticia entre los adultos lo llamaríamos juego. Acaso el precio fuera también lúdico: los desencuentros se solucionarían cambiando de juego y los conflictos podrían superarse alterando las reglas con el mismo aliento que acuerdan los niños. Pero esta carta de asimilación severa que concedemos a lo real nos mata. Literalmente, incluso. Todo es verse en la tesitura. Miremos la geografía o, mejor, la geopolítica del mundo a nuestro alrededor. Sin olvidar nuestra casa.
¿Y no crees que así es? todo juego...
ResponderEliminarLa superabundancia de humanos sobre la tierra hace que nuestro valor como individuos baje en el mercado.
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