Pero no basta que las voces sean vociferadas. Ni que se muestren como eco más o menos preciso. La voz debe ser pensada interiormente, y después proyectada y mantenida. Propongo enlazar y vehicular las voces personales, las que responden al pensamiento individual, crítico y libre. Potencialmente tenemos el don. Hay que desarrollarlo. Solo así se podrá impedir que la delegación de las palabras suplante nuestra palabra (la individual e intransferible) Que ese príncipe Zaleski de la novela de Shiel no pueda decir ya por más tiempo que seguimos siendo ovinos.
...borregos repitiendo el "beeeeeee" sin comprender...
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