¿Y si mi problema -supongo que también el de otros muchos- reside precisamente en no rendirme? A los que han entregado su derecho de primogenitura por las buenas se les ve risueños y festivos. Al menos hasta ayer. ¿Seguirán igual de complacidos y deleitosos cuando empiecen a comprobar que les han estafado al reclamarles su delegación sin nada a cambio? No me pierdo la observación del paisanaje en los próximos tiempos.
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