11/7/12

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Subir a uno de los cerros testigo que hacen pasillo a mi ciudad. Contemplar el abigarrado y extenso caserío como una escultura poliédrica. Jugar a las ubicaciones: allá lejos tal edificio, más allá el gran parque, algo más a la derecha el célebre museo, próximo a él el entramado de callejuelas gremiales, en tal dirección el nuevo ensanche...Sentir la voz oculta: todo esto te daré si me adoras. Casi al borde de la suplantación, de pronto uno se da cuenta de que no tiene nada de mesías. Que la tentación tiene demasiados lados oscuros y no deseados. Y que uno apenas es un contemplador, un sencillo diletante.



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