Atraído por un tratado budista para ascetas titulado Ichigon Hodan, el monje Kenko Yoshida llegó a cierta conclusión, que puede leerse en su libro Ocurrencias de un ocioso. Dice Yoshida: "La persona que sea honrada debe obrar como si fuera humilde; el sabio, como si fuera ignorante; el opulento, como si fuera pobre; y el hombre con talentos, como si careciera de ellos". Muy en la línea del Tao-te-King, le recuerda a uno varias advertencias y consejos que Baltasar Gracián expone en su sabroso Manual y arte de prudencia. Pero mi duda: ¿sirven algo este tipo de pensamientos en el momento actual, más allá de la belleza de sus palabras y de las vanas e ingenuas intenciones que contienen? Ante el vértigo de los acontecimientos actuales, el ciudadano medio comprueba varios hechos: que la honradez o desaparece o recula o se disuelve en el anonimato; que el sabio se diluye en los cercados que el sistema le designa hasta hacernos creer que es una especie extinguida; que el rico se va de rositas tras aprovecharse de todo tipo de corrupciones, estafas y malas gestiones (el sistema llama a esto crisis) y el hombre de talento no es escuchado en foro alguno, porque aquí no se reconoce el talento sino la sumisión. Con este panorama no hay margen ni para anacoretas.
Tienes razón en la última parte de tu razonamiento, por desgracia la tienes... Pero sí sirven, sí sirven estos razonamientos. Sirven para una cosa fundamental: para sobrevivir y poder acercarse ni que sea un poco a eso que conocemos como felicidad. Precisamente en esta época nuestra pasar inadvertido es el camino correcto para poder ser feliz. Sí sirven, claro qeu sirven. ¿O es que no los usas tú lo mismo que los uso yo?
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