27/8/12

305.




Paseo matutino por uno de los barrios de infancia. Ensimismamiento. Es lo que tiene dejar suelto el recuerdo. También a la búsqueda de huellas. Se mantiene la estructura de las calles, pero todos los edificios son recientes. Ni siquiera sobrevive el mercado. En su lugar veo, eso sí, una chapa en la esquina : Plaza del Mercado Viejo. La municipalidad borra así una improbable mala conciencia. Concesión de un pequeño tributo a la memoria de los cuatro vecinos antiguos que quedan en la zona. De pronto, la sorpresa. Reconocimiento de una casa donde habitó parte de mi familia. En aquel tiempo todos los edificios eran de la misma altura y éste era uno más. Ahora queda en desventaja, humilde, como encogido, ¡pero habitado! Me da en imaginar  -es recordar, pero prefiero llamarlo imaginar, como si lo estuviera recreando-  el puesto de melones y sandías al final de la calle. Me apunto un modesto triunfo; no por mí, sino por una supervivencia que, seguramente, los vecinos de los alrededores no entenderán. Miento: también por mí. Saboreo la imagen de ese pequeño testigo. 



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