17/8/12

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No hace falta pensar en la sensibilidad de los días. La sensibilidad es patrimonio de lo que denota la misma palabra. Y esa afinidad emocional, tan inteligente y aguda, salta con su resorte ante acontecimientos que nos han significado o significan. Ya sea en la órbita del entorno personal, de la memoria del pasado o de sucesos más ajenos pero que nos hablan. ¿Por qué nos hablan los sucesos exteriores, lejanos e incluso de ámbitos aparentemente no vinculados con nosotros? Tal vez porque los vemos nuestros. Antiguamente, la información tardaba en trasladarse y podía ser sometida a la interferencia del interés político, de la propia degeneración en su transmisión y a su conversión en leyenda. Hoy es de otra manera, aunque no del todo. La transversalidad manipuladora de la política permanece, por ejemplo. Los acontecimientos nos afectan porque compartimos culturas cada vez más semejantes, porque todos tenemos un sustrato de sentido moral (en mayor o menor medida) sobre la justicia, la perversión o la explotación del hombre por el hombre. ¿A qué viene todo este discurso menor? Vi ayer por la noche unas imágenes en un noticiario sobre una matanza de mineros en Suráfrica. Me abochorné. Me vine abajo. Sufrí. Llámenme afectado, si gustan. Pero no necio.


2 comentarios:

  1. Terribles imágenes. Para algunos, lo que sucede a miles de kilómetros importa menos. Además eran negros. Lo mismo daría si se tratara de sirios, por ejemplo. Imaginémonos, por un momento, que fueran mineros asturianos, leoneses o aragoneses.¿La reacción sería la misma? Estoy segura de que muchos vieron esas imágenes sin estupor, sin sentir horror. Con una absoluta indiferencia.

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  2. Lo cercano siempre tiene más repercusión, no debería ser así, pero es la realidad. No es necedad lo tuyo, en absoluto. ¿Puede el dolor ante la barbarie ser necio? Estoy alejada de lo que pasa en el mundo estos días por cuestión de salud mental y emocional, no lo he visto ni me he enterado, pero me parece terrible que ocurra y que se repita una y otra vez, y al parecer sin solución de mejorar.
    Abochornarse y venirse abajo, dice mucho de ti.

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