26/8/12

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En parte los hombres dependemos de lo que hemos generado a lo largo de la historia. La Naturaleza sigue estando presente, con sus leyes y su implacabilidad. Pero lo que hemos creado a veces también se vuelve implacable. El mal, por ejemplo. Las palabras, que son alas, que nos permiten volar y no solo entendernos entre nosotros, también pueden ceder al mal. No entiendo exclusivamente la palabra como técnica. Hace mucho que no es solo eso. Es también y sobre todo pensamiento, sentido, sentimiento, afectividad, introspección íntima que nos edifica y puente hacia el otro. Nos ha impregnado por todas las zonas de la naturaleza corporal, hasta lo más profundo. La palabra tomó nuestra casa hace tiempo. Para rehabilitarla, para hacerla nueva. Siempre que no cedamos, evidentemente, al mal.





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