Que Sor Juana Inés de la Cruz dialogue con el Pensamiento (triste le llama, según su ironía) y se dirija a él con nombre propio, me parece no solo un acierto sino una ocurrencia de lo más reflexiva (ver entrada 286) Esta mujer autodidacta, experimentada, estudiosa cabal e irrenunciable lectora febril, se decidió por el convento, como el medio a través del cual podía preservar y ejercitar sus verdaderas vocaciones (las que acabo de citar, se entiende; la otra, la religiosa, siempre se justifica más fácilmente y cabe darla por condición sinequanon) Perteneció a un tiempo, a una sociedad y a una cultura que no dejaba demasiadas opciones a una mujer que deseara conocer y escribir, discurrir con el pensamiento y mantener debate, ser culta y mantenerse independiente de la opción matrimonial. Su elección personal hay que entenderla en una clave estrictamente propia de ella, que había sido una mujer mundana, con conocimiento de corte y de sus entresijos. Hay mucho más que saber, pero me quedo ahora en citar simplemente el deleite que supone leer su poesía que, no obstante el barroquismo que hoy apenas llama, está vigorosa y plena de agudeza e ingenio, aunque, como ella canta en el romance:
Sírvame el entendimiento
alguna vez de descanso,
y no siempre esté el ingenio
con el provecho encontrado.
Una mujer de todos los demonios, por más que eligiera una causa divina.
Te has salido con esta entrada. Enhorabuena. Te sigo aunque no participe con mis comentarios. Santa Teresa de Jesús es mi debilidad. No sé si lo sabías pero la "monjita" tenía sus cosechas de "hierbabuena" en el jardín de su convento y luego de "utilizarlas", escribía. De ahí el nombre de una de sus obras: Camino de la perfección.
ResponderEliminarNo hay nada mejor que estar enclaustrado, ser un anacoreta o un estilita y dedicar su vida completa a... ... ...alguien que no conoces. Envidia la que tengo. Sí señor. Un abrazo.