Las vías del ferrocarril han sido siempre para mí algo más que trazados geométricos. La ilusión óptica de que los raíles se juntaban en la lejanía aportaba una ilusión añadida. Paisajes abiertos, destinos desconocidos, tránsito sin fin. Una invitación al sueño y a la aventura. Desde la estación de tren de mi ciudad de provincias mirar el horizonte angular de las vías, adivinar su vértice formando ángulo recto con el horizonte, suponía una manera elemental de entender el mundo de forma amplia y llena de posibilidades. Metáfora y símil se instalaban en mi mente invitándome a pensar en ciudades fantásticas y en megalópolis de las que apenas había oído hablar. El paso abigarrado de un tren era la emoción. La desolación que permanecía tras su paso constituía el enigma. Cuando andando el tiempo descubrí que existían las estaciones término fue el desconsuelo. Llegar a una parada definitiva era algo así como renunciar a otras metas posibles y pendientes. O eso me parecía. Aun reconociendo la grandeza arquitectónica fastuosa de ciertas estaciones término, me siento frustrado con ellas. Lo intersante en la vida son las estaciones intermedias. Las que te indican que el trayecto sigue abierto.
27/3/12
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Las vías del ferrocarril han sido siempre para mí algo más que trazados geométricos. La ilusión óptica de que los raíles se juntaban en la lejanía aportaba una ilusión añadida. Paisajes abiertos, destinos desconocidos, tránsito sin fin. Una invitación al sueño y a la aventura. Desde la estación de tren de mi ciudad de provincias mirar el horizonte angular de las vías, adivinar su vértice formando ángulo recto con el horizonte, suponía una manera elemental de entender el mundo de forma amplia y llena de posibilidades. Metáfora y símil se instalaban en mi mente invitándome a pensar en ciudades fantásticas y en megalópolis de las que apenas había oído hablar. El paso abigarrado de un tren era la emoción. La desolación que permanecía tras su paso constituía el enigma. Cuando andando el tiempo descubrí que existían las estaciones término fue el desconsuelo. Llegar a una parada definitiva era algo así como renunciar a otras metas posibles y pendientes. O eso me parecía. Aun reconociendo la grandeza arquitectónica fastuosa de ciertas estaciones término, me siento frustrado con ellas. Lo intersante en la vida son las estaciones intermedias. Las que te indican que el trayecto sigue abierto.
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Ya es curioso que el tren represente de una forma más o menos consciente o inconsciente, algo que funciona como un "viaje", que no es otro que el de la vida en sí misma.
ResponderEliminarEs curioso digo, porque en noviembre del pasado año, edité algo parecido a lo que ahora me encuentro aquí: en resumen, sería algo así como esa memoria genética, que con el paso de los años, nos ve enseñando caminos... como este del tren. Y sí, puede tener muchos, muchos significados, pero encierran el primordial (creo yo) como es el pasajero único, rodeado de extraños, conocidos... viaje siempre hacia delante, con sus paradas, sus retrasos, la pérdida de un tren, la subida a otro que no sabes dónde te llevará... una metáfora, como la vida misma.
http://utopazzo.blogspot.com.es/2011/11/el-tren.html
Un cordial saludo.