Extrañas y recurrentes simetrías de la vida. No hagas que no se sabrá, solía decirme solemne e implacablemente mi madre en la adolescencia. Era una de sus citas favoritas que usaba como arma arrojadiza cuando consideraba que debía moralizarme ante los peligros. Podía tener sus razones, pero a mí me abrumaba por esa carga de prevención coercitiva que seguramente utilizaba al saber de mis desatinos y de los riesgos en que iba uno incurriendo. Tal vez por considerarla una injerencia en mis tanteos extrafamiliares o porque me resultara castrante para el libre pensamiento en ciernes que iba formándose dentro de mí, me parecía una frase de escasa fortuna. Cosas de madres que no había que tener en cuenta. Tienen que haber pasado décadas de aquel proteccionismo matriarcal para hallar un texto simétrico nada menos que en uno de los Pensamientos de Giacomo Leopardi: "...recuerda firmemente esta regla: las cosas que no quieras que se sepan que tú has hecho, no solo no las digas, sino procura no hacerlas", escribe el poeta de las Marcas. Me resulta difícil todavía admitir toda su dimensión. ¿Es que no estaría mi madre tan errada?, me pregunto inquieto. Pero como prevención contra los secretos mal guardados que los hombres tendemos a confiar el consejo viene de perlas. No contar es un paso prudente. No hacer resultaría una garantía casi absoluta. Pero, ¿cómo permanecer al margen de ciertas cuestiones que nos afectan y en las que hay que dar la cara?
25/3/12
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Extrañas y recurrentes simetrías de la vida. No hagas que no se sabrá, solía decirme solemne e implacablemente mi madre en la adolescencia. Era una de sus citas favoritas que usaba como arma arrojadiza cuando consideraba que debía moralizarme ante los peligros. Podía tener sus razones, pero a mí me abrumaba por esa carga de prevención coercitiva que seguramente utilizaba al saber de mis desatinos y de los riesgos en que iba uno incurriendo. Tal vez por considerarla una injerencia en mis tanteos extrafamiliares o porque me resultara castrante para el libre pensamiento en ciernes que iba formándose dentro de mí, me parecía una frase de escasa fortuna. Cosas de madres que no había que tener en cuenta. Tienen que haber pasado décadas de aquel proteccionismo matriarcal para hallar un texto simétrico nada menos que en uno de los Pensamientos de Giacomo Leopardi: "...recuerda firmemente esta regla: las cosas que no quieras que se sepan que tú has hecho, no solo no las digas, sino procura no hacerlas", escribe el poeta de las Marcas. Me resulta difícil todavía admitir toda su dimensión. ¿Es que no estaría mi madre tan errada?, me pregunto inquieto. Pero como prevención contra los secretos mal guardados que los hombres tendemos a confiar el consejo viene de perlas. No contar es un paso prudente. No hacer resultaría una garantía casi absoluta. Pero, ¿cómo permanecer al margen de ciertas cuestiones que nos afectan y en las que hay que dar la cara?
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El caso es que en ocasiones hacemos las cosas convencidos de que debemos hacerlas así, pero de pronto, y sin saber cómo ni por qué, todo se da la vuelta y te encuentras con que no ha sido una buena decisión ni está tan bien como creías. A veces se puede dar vuelta atrás. Otras veces hay suerte y no tienen transcendencia. Pero de cualquier manera, si ya has hablado de ellas (por esa necesidad que sentimos de comunicarnos) el asunto tiene peor arreglo, o ninguno, y solo nos queda recurrir al dicho: “a lo hecho, pecho”. Lo cual no siempre es un consuelo, la verdad.
ResponderEliminarCreo tu madre no estaba nada equivocada en su consejo, desde luego. Quien no arriesga tiene menos probabilidades de equivocarse.
claro, hay que afrontar todo
ResponderEliminarsaludos
Es inherente (estara bien escrito?) al ser humano,hacer cosas que no deberia!!!!
ResponderEliminarSi no hicieramos NADA que no debieramos hacer,no seriamos humanos!!!
Me resulta muy castrante como decis,muy superyoico...
En cuanto a no contar ciertas cosas,esta muy bien.No todo debe ser contado ni a todos.
Besos!