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Es como poco curioso observar una diferencia técnica entre los profetas del mundo judío, o bíblico en general, y los del mundo griego. Los primeros ejercitaban un verdadero nomadismo. Predicaban sus admoniciones de lugar en lugar, de territorio en territorio. Los del oráculo griego  -sibilas y pitonisas-  permanecían en sus cuevas-templo, esperando la llegada de los que precisaban consultar. Sería digno de preguntarse si los primeros se desplazaban por misión elegida o porque no eran bien vistos en sus lugares de procedencia. Voltaire dice algo al respecto en su Diccionario filosófico: que muchos profetas hebreos eran herejes samaritanos. También habría que saber si los oráculos del mundo griego estaban más estabilizados como complemento a su compleja y reglamentada sociedad. En uno u otro caso los profetas rezumaban bastante aire teatral, cuyo pretendido guión sobre el futuro estaba en función de los miedos que tenían acerca de su presente. 


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