16/3/13




No vivir las circunstancias como predestinación.
Origen y destino definitivos siguen siendo en parte un ejercicio de azar.
Entre uno y otro, a un hombre se le depara un cierto margen.
Vadeando las fuerzas de atracción y de repulsa
sin estar nunca en ninguna parte salvo en el movimiento.



413.




El engaño en las familias: en la extensión de la palabra a todos los ámbitos de agrupación social. Malo que las familias que gobiernan lo hagan con tanta mentira y hasta harta impunidad. Parecen decirnos: o bien os incorporáis al engaño para hacer lo que queremos o bien sois expulsados. Por supuesto, no les importa la indignidad de sus actos. Pero de ahí a que tomen como rehén de sus mentiras y de sus iniquidades a la sociedad va un trecho cuya gravedad les vuelve infames. Ello indica que han traspasado una línea. La de las reglas del juego. ¿O es que solo quieren jugar ellos?

Pero peor todavía que la mentira se introduzca cada vez más o rija las unidades sociales más íntimas. ¿Como reflejo de las conductas abyectas de quienes consideran patrimonio propio vidas y haciendas, que diría el clásico?



412.




Mal es la soledat,
mas peor es conpaña
de omre syn verdat,
que a omre engaña.

Lo dice Sem Tob de Carrión, el poeta del siglo XIV.  En la mejor tradición de contraponer un mal con otro para salvar el pellejo, que es tanto como decir que en ocasiones la salud mental. La soledad ayuda siempre a reflexionar; unas veces se nos impone y otras se elige. Lamentamos aquella que creemos una fatalidad, sin considerar si la fatalidad la hemos propiciado nosotros con nuestros actos. Pero el recurso del poeta a la maldad ajena me parece muy oportuna. Algo así como: no te quejes del enemigo interior que los hay más feroces ahí fuera. Cierto: la compañía del hombre (hombre o mujer, claro) sin verdad que a otro hombre engaña acarrea males de incierto y a veces desdichado desenlace. Y estos tiempos de quiebra propician la mentira, el dolo y la celada en todas las familias.




411.




El incesante flujo de la lluvia. La inagotable entrega de la luz. La clamorosa acogida de la noche. La irrepetible y sucesiva mirada del paisaje. La inabarcable sonrisa del arte. ¿Y nos quejamos de la falta de amor?