30/4/12





(Aún cabalgan en los sueños más arrinconados de cualquier adulto)



 

108.





Experimentar el túnel del tiempo. Pasar por una calle donde aún permanece algún viejo edificio de cuyo portal emana un olor a humedad que no ha cambiado nada en medio siglo. Oler en un patio de vecindad la elaboración de unas pastas caseras. Acercarse hasta uno de los últimos merenderos al aire libre, con sillas de tijera y mesas de mármol. Entrar en los últimos billares de la ciudad. Escuchar de pronto  Simon&Garfunkel o un tango especial. Acercarse a la barra alta de una tasca apenas renovada donde parece permanecer el aroma de las anchoas. Simples ejemplos. Las huellas son tan escasas. Sin embargo cada elemento provoca una catarata de ordenados recuerdos. Un fulminante estar en otro tiempo y situación. Y la visualización de personas que hoy no existen y sus gestos y sus palabras coloquiales, más ese degustar con la nariz y sentir la ensalivación en la boca. Extraño momento de abstracción merced al poder de los sentidos. Fugaz huída a lo que no es sino esa oscura zona del cerebro que lentamente nos va abandonando. 



29/4/12

107.





Siempre me resulta un placer leer a Guido Ceronetti. Su traducción y edición del Cantar de los Cantares es el asombro. No menos asombroso y sobre todo rompedor es su libro El silencio del cuerpo, donde efectúa otras lecturas iconoclastas sobre el cuerpo humano (luego también sobre la vida humana), y entiéndase éste como la totalidad. Ambos textos los tengo siempre en la mesilla. Si en el primero Ceronetti es un intermediario (pero un traductor ya se sabe lo que es y además es un reescritor) en el segundo hace de su erudición una herramienta para la agudeza y el desentrañamiento. Me estremece una ¿cita, reflexión, ocurrencia, desenmascaramiento...? que dice "El arma más peligrosa que se ha inventado es el hombre". Por supuesto, la manera de enunciarla es abierta. No piensa tanto en demiurgos o extraterrestres que lo hayan fabricado como en una consecuencia con la que nos hemos encontrado. Se ha inventado, nos hemos inventado, hemos desarrollado, ha acontecido. Y uno piensa enseguida en las modalidades de arma destructiva que el sapiens ha sido capaz de desplegar consigo mismo y con su mera presencia en el planeta, que no creo que haga falta nombrarlas aquí. El problema reside en que lo que fue un arma de supervivencia inicial no ha dejado de serlo. Que lo que mucho tiempo fue riesgo y pérdida para el hombre llegue a ser autoinmolación definitiva. Ceronetti lo deja abierto y yo lo respeto, porque si hay algo maravilloso en la especie es la libertad de pensar y la exigencia de indagar. 



28/4/12

106.






He tomado la severa decisión de des-informarme. Por supuesto, no es irrevocable. Simplemente se trata de que cada vez que oiga una sandez del ministerio público no se me ponga un nudo en el estómago ni sienta que la bilis se agita en el órgano secreto, al decir de  Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto (buzo / de la más peligrosa / profundidad del hombre, / allí escondido / siempre, cantaba Pablo Neruda en su oda al hígado) No alarmarse. A esa des-información terapéutica contrapondré un ejercicio reposado de intentar enterarme sin ruidos chirriantes, sin imágenes de personajes chulescos, sin voces altisonantes, sin energúmenos con pseudoargumentos, sin jetas de oportunistas de baja estofa que emiten guturales discursos de despropósitos, necedades y mentiras. Nada de ecos ni resonancias de la banalidad cotidiana, me ha recomendado mi Yo protector. Ese ángel fieramente humano cual lapa bajo mi piel.   



 

105.





De una manera u otra, todos tenemos cuentas pendientes. Lo que espera la naturaleza de nosotros es la más decisiva, no obstante no sepamos con claridad qué es. La satisfagamos o no, ella seguirá su curso porque no tiene límites en su expansión. Las cuentas pendientes con la naturaleza no son satisfechas con un simple, esforzado e intenso acto de voluntad, por mucho que lo intentemos. Con esto no digo que neguemos la aplicación a las cosas de nuestra voluntad. Aplicar la voluntad suscita un desarrollo del tesón, de la habilidad y de la agudeza. Pero tengamos siempre presente que, antes o después, o acaso de manera continua si bien sigilosa, nos desbordará el azar, lo imprevisto y alguna capacidad superior que no controlemos. Estas son manifestaciones implícitas en la materia más honda de la naturaleza. No debemos percibirlas necesariamente como fuerzas enemigas, más bien atender cualquier leve gesto de sus demostraciones. Deberíamos ver de manera más sencilla y diáfana que nuestra mera existencia es ya una cuenta pendiente. Tal vez en esa conciencia encontremos una cierta seguridad que nos haga vivir con los pies en la tierra.


  



27/4/12

104.




Una de las mayores torturas que puede tener un hombre en esta vida es no haber aprovechado los dones que se le ofrecieron en su juventud. Las posibilidades de aprender un oficio, por ejemplo, y no haber sacado ventaja de ello. Esa tortura que consiste no tanto en no tener un trabajo o tenerlo más acorde con sus inclinaciones, sino el no haber desarrollado habilidades innatas que hubieran expresado mejor su manera de hacer y de pensar. Hay individuos que avanzan en edad con un rictus de frustración mal disimulado, solo encauzado a través de aficiones y coleccionismos. Cierto es que quien sintió de joven interés y llamada interior por alguna vertiente de orden creativo o indagatorio no los pierde jamás, lo cual puede traducir en un amateurismo nada desdeñable con que mitigar su insatisfacción acumulada. Si son prudentes y no alardean de sus limitados conocimientos adquiridos a lo largo de la vida de forma autodidacta podrán percibir una cierta armonía. Aunque la onerosa cuenta pendiente consigo mismo les dure hasta el fin de sus días.



26/4/12





103.





Corrijo. Debería haber dicho: los mediocres proponen y los propietarios del mundo disponen. Tampoco. Hoy no es ya siquiera así. Estos últimos son los que tienen garantizada la disposición y además están proponiendo, exigiendo, imponiendo. Todos los gerundios les pertenecen. Los mediocres son meros y lamentables correveidiles cuya personalidad compromete su dignidad. Ellos sabrán a qué carta van a quedarse. La sociedad debe elegir qué baraja y qué juego debe aceptar. 



102.





Los poseedores de la riqueza del mundo proponen y los mediocres disponen. La mediocridad se ha instalado en el gobierno de las sociedades humanas. Sea o no del todo representativa de la confusión y el desasosiego que cunden día a día, esa actitud va adquiriendo un rostro disimuladamente monstruoso. Si las sociedades se paralizan puede esperarse cualquier desenlace. No advierto del riesgo solamente. También me alarmo.




25/4/12

101.





Una vez conocí a un asesino.Había cumplido ya la pena. Su arrepentimiento fue sincero desde el primer día, o al menos eso me dijo. Los años de condena le habían hecho meditar mucho. Tanto que no se sentía fuera de la sociedad, sino más reintegrado que antes. Desde que está libre su capacidad de regeneración la canaliza hacia el bien, entregando su tiempo y sus esfuerzos a causas que la sociedad llama nobles. Cuando me relató sus experiencias y me confió sus cuitas le felicité por haber aprendido la lección, no obstante su precio para la víctima y para él mismo. Le dije: veo que ya se te puede aplicar aquello de que sabes más por viejo que por diablo; eres, por tanto, más sabio. Permaneció callado, inseguro. No me basta, me respondió. Hubiera sido más sabio de haber dirimido el viejo y el diablo sus pugnas dentro de mí antes de que yo cometiera aquella atrocidad.  No andaba descaminado. Saber -asimilar la experiencia-  tras los tropezones no tiene ni la mitad de mérito que hubiera tenido de haber llegado su saber a tiempo.



100.





Esa clase de gente que solo se rige por la negación de la negación. No en el sentido de la dialéctica hegeliana, sino en el más elemental y primario: gente que es negada hasta para afirmarse en su existencia. Gente cuya mera actitud de enfrentamiento irresoluto con su vida le inhabilita para ser sociable. Es sumamente peligrosa. Nada que ver con el rebelde con causa, obviamente.



24/4/12

99.






Temo encontrarme con mi amigo R. Si le hablo de un conocido común que ha conseguido un trabajo, mi amigo R. le descalifica. Si se me ocurre comentarle que he tenido noticias de amigos de otra región, hace gesto de desprecio (precisamente por ser de esa región) Si le comento algún acontecimiento político importante, me responde no dejando títere con cabeza. Si le nombro cierta nueva traducción de un clásico ruso, me suelta a cambio que si será fiable. Si le digo que me ha dado saludos para él una amiga de ambos, dice de ella pestes. Si comento que cada vez pagamos más impuestos, él da en decir que aún tendríamos que pagar más. Si opino que hace frío, el otro me espeta que él tiene mucho calor. Francamente, no busco la amistad de R. para solazarme precisamente con él. La amistad ya flaqueó hace tiempo. Ahora estoy en el tiempo de la mera cortesía. Mañana acaso nos limitemos a decirnos adiós.

23/4/12

98.






Se intuyen tiempos necios. Habíamos pensado que la necedad era propiedad de los individuos, ya fuera en su faceta personal o en la tribal. Pero hay demasiadas marcas en el ambiente que revelan que también la época está tocada. Me resulta inevitable tener la percepción de que se está formando un colectivo, o llámenlo sector social, cuya inseguridad les genera miedo e indefensión. Da igual que sea gente con trabajo y medios o que no los tenga. Unos temen perder lo que creían firme. Otros tienen miedo a no tener nunca algo sólido. Muchas cabezas cuya capacidad de pensar y discernir con sensatez no está clara. Muchas cabezas que pueden ser conducidas por autonombrados pastores del rebaño. Mientras, el mercado acechante, tratando de llevar el ascua a su sardina. Cautivando a los necios. Se ha abierto la temporada de la necedad. Invocar el libro y la lectura no es, en mi opinión, suficiente. El milagro no está en los textos, sino en nosotros mismos, si queremos obrarlo.






(El Océano deposita en la orilla de las costas extraños especímenes que leen)


97.





Hoy es día de celebraciones varias. Unas de tipo político  -institucional y reivindicativo-  en algunas regiones, otras de mercado de libros, alguna otra de concesión de premios nacionales literarios, con la imagen de la monarquía aparentemente ilustrada de por medio. Pero yo amo sobre todo las pequeñas fiestas de la lectura. Por esa razón, honro desde aquí a los lectores de metro o autobús, a los entregados lectores de los bancos de parques y plazas, a los apartados miopes confinados en el rincón de un café, a los que dedican alguna hora de su día en la biblioteca, a los anónimos que se escurren por la noche entre las sábanas con un libro, a los convalecientes de una enfermedad que se atrincheran con algunas de las mejores defensas del cuerpo, a los que se sientan en el sillón para viajar por las aventuras de los textos y mantienen el televisor apagado...Honro a esa especie rebelde, qué digo, irreductible, porque no cesa de hurgar en el desafío de las palabras tejidas. De esos silenciosos lectores será el único reino que, quizás, nos salve.   



22/4/12

96.




Mi otro Yo  -o el Mí, que decía Max Frisch-  se pone tenso ante los resultados electorales inmediatos en Francia. Es curioso que mi otro Yo esté pendiente de lo que suceda allí para saber lo que puede suceder aquí. Es como si concediera más verosimilitud al ritual electoral del vecino que al propio. ¿Será por la trayectoria democrática de los otros, más curtida y rigurosa, o por el peso específico de ese Estado? Mi otro Yo dice que hay algo que hace diferente al país ultrapirenaico y a lo que tenemos que estar siempre receptivos. Mi otro Yo es de los que piensan que otro gallo habría cantado en la tierra española de no haber perdido los franceses (entonces Napoleón) la guerra de 1808-1812. Por cierto, muchos de los paisanos de mi otro Yo no saben que aquella guerra llamada de la Independencia (cuyo resultado generó otras dependencias que procuraron un tortuoso siglo XIX español) no se hubiera ganado sin el decisivo apoyo de los ingleses.

95.




Los días que tengo una opinión  -o un sentimiento-  más desfavorable sobre la especie humana hago lo siguiente: me imagino a mí mismo como un primate trepador. Es una manera que me ayuda a ver el lado positivo de aquello en lo que hemos acontecido. Y sobre todo de nuestras posibilidades.

Pero de haber permanecido como primates arbóreos, ¿nos hubiéramos tenido por más desdichados? Ya, claro: arriesgadas propuestas imaginativas (algunos dirán que fuera de lugar)


21/4/12

94.





El oxígeno que recibes al bajar a la calle de par de mañana. No sólo el que fluye en nuestra atmósfera sino el que puede llegar de un encuentro temprano. Un vecino con el que poder hablar diez minutos razonablemente sobre algo que merezca la pena. Con el que puedes sentir que hay comprensión respecto a lo que se expone. Pero principalmente en la actitud mantenida. Que los matices de la conversación diverjan es lo que aporta riqueza de opinión y se transforme en conocimiento. Lo cardinal va en este orden: el temple, el respeto mutuo a los criterios y posteriormente el argumento que cada uno ofrece. Casi nada. En una sociedad en que tantos hablan soltando su discurso vano o una frase tópica que repite voces de sus amos, o bien callan, un encuentro fugaz pero con sensatez a pie de baldosa de acera aporta reconocimiento. Decisivo valorar que los individuos deben reconocerse mutuamente, sobre todo. 


20/4/12

93.




Si no recuerdo mal, la Oruga le pregunta a Alicia ¿quién eres tú?, a lo que Alicia le contesta algo así como: pues ahora mismo no sé quién soy. Sí sé quién era al levantarme esta mañana, pero he cambiado varias veces desde entonces. La Alicia de Carroll probablemente bebe de aquella célebre cita griega, la de que el agua no fluye dos veces por el mismo río. Esta manera de relativizar cada paso que damos es muy útil para rebajar nuestras ínfulas. Lo importante no es saber quiénes somos, sino no saber quiénes somos. Lo primero conduce a la presunción y a la vanidad que ciegan. No saber quiénes somos, teniendo en cuenta la cantidad de factores que intervienen constantemente en nuestras vidas, debería conducirnos al menos a la duda. Y consecuentemente a nuevas preguntas sobre el ejercicio de vivir.




19/4/12

92.





Cometo el error de ver en la frontera de la medianoche un reportaje en televisión sobre la Segunda Guerra Mundial. Abatimiento es la palabra con la que me iré a la cama. Y sin embargo: uno, me iré a la cama sano y salvo, tras haber cubierto, como es costumbre, la necesidad alimenticia. Dos, sé que tengo mucho que meditar todavía sobre el género humano y su telaraña de relaciones. Tres, deberé discernir bien entre los elementos que elevan al individuo y sus tribus, y los que les degradan. Detengo en este punto mis propuestas de buena voluntad. Tratando de reducir la inclemencia e impiedad de las imágenes en sepia que me han ofrecido.

91.





Aunque me gusta recorrer la ciudad andando, lo cual permite que trace caprichosas líneas y geometrías dispares con mis pasos, hoy he cogido la llamada línea circular del autobús. Es el círculo más irregular que uno pueda imaginarse, sobre todo si se pillan obras públicas o cortes de calles por manifestaciones varias. Al final llegué a la conclusión de que lo circular debe residir en la dinámica imaginaria que adquiere el propio medio de transporte. En realidad, los pasajeros tienen que partir de un vértice y terminar en otro o, como mucho, en el mismo de origen. No hay sesión continua como en los cines de antaño por el precio único del tique. El círculo no posee aristas. Pero el coste de los medios públicos de transporte tienen las aristas extremadamente afiladas. Los usuarios empiezan a sentir los cortes que se efectúan con ellas.  


90.





No somos ilimitados. Nadie. Hay que ser conscientes de ello. Pero tampoco conviene limitarse sin medir las distancias hacia un proyecto o un objetivo. Las emociones son un extraordinario acicate para el intento. También pueden ser un caballo desbocado que nos desvíe hacia lo imprevisto. No obstante, prefiero el riesgo de una cabalgada salvaje a la aquiescente conducción de asnos a que nos someten las formas y estilos de vida al uso.  



18/4/12

89.





No prestes atención al ruido que hagan las palabras, para que no ensordezcan tu entendimiento, dice el poeta chino de las tierras fértiles. Importante seguir consejo tan cuerdo. Nos rodea el ruido de las palabras sobrantes y necias. Nos desvía el estrépito de los vocablos subsidiarios y hueros. Necesario el ejercicio del silencio interior para no entrar al trapo de la insolvencia de ciertas palabras despilfarradas en abundancia. Imprescindible percibir antes que nada la sensibilidad de la palabra. Ponemos de ese modo a prueba nuestra propia sensibilidad.


 

88.




En un mundo de ruido, ¿cómo hacer para no verse uno afectado? Ruido, ruido, ruido. Invocar el silencio. Pero ¿cómo lograr que silencio no sea pasividad que beneficie a los que producen el ruido?


17/4/12




87.






La esquizofrenia contenida de mi amigo M. se debate entre períodos creativos, cargados de euforia y simpatía, y ciclos más cortos pero muy intensos de agresividad, sobre todo contra sí mismo. Mi amigo M. pinta últimamente al estilo de lo que él llama el constructivismo ruso de principios del siglo XX. Ayer me mostró un círculo rojo, no perfecto en su redondez, de tamaño considerable. Ciertamente, el lienzo empequeñecía al espectador, principalmente por la virulencia del color. Lo contemplé a distancia. Eres tú, me dijo de sopetón. ¿Me ves así?, le inquirí. Eres tú en tu centro, en tu magma; grande cuando ardes y diminuto cuando te tornas líquido. La verdad es que no supe qué decirle. Me marché confuso, coleando en mi metamorfosis. Pensando en mi autorretrato.


86.






Mi aversión (tentado he estado de decir odio) a la mala utilización del lenguaje. Mientras me paso por la cara la brocha untada en espuma y restriego con la cuchilla el jabón (ah, con lo fácil que sería decir mientras me afeito, yo tampoco estoy libre de majadería), escucho las noticias de la radio. A los lugares comunes que repiten los gestores del país en cualquier plano, puesto que se copian unos a otros, se suceden las redundancias o el término erróneo o equívoco. Ora es lo de la hoja de ruta ora lo de al día de hoy o bien los problemas a nivel estatal, y así un montón de dichos ampulosos que no reconocen el valor del ahorro lingüístico, además de estar mal utilizados. Pues bien escucho de par de mañana a un ministro, a cuenta de un conflicto sobre la expropiación de una petrolera, que España (siempre la utilización de tu nombre, Sefarad, para los negocios) considerará una agresión hostil la medida del gobierno argentino. No conozco la existencia de agresiones amigables, por lo que al poner el ministro tanto énfasis me suena a declaración de guerra. Mas como estoy acostumbrado a esos tonos huecos de sacar pecho para nada lo único que se me ocurre pensar es: si un gobernante habla mal, qué gestión política nefasta no llevará a efecto y qué no hará con los asuntos de Estado. Se objetará que una cosa no tiene que ver con la otra, pero el lenguaje está imbricado en los temas prácticos. Puedo entender  -no aceptar-  que la alfabetización de un gestor sea baja. Pero estoy cansado de que use el lenguaje para enredar o para parecer que dice. De la manipulación, que es un grado superior y más deplorable, hablaremos otro día.

16/4/12

85.





¿Por qué cualquier cosa que nos regalasen en la infancia nos llenaba? Un bolígrafo usado, unas canicas, unos cromos, un indio de goma, unas muñecas recortables...suponían todo un tesoro. Más: un mundo incluso, presto a ser explorado en nuestra imaginación. No importaba que fueran nuevos o gastados; aquellos pequeños objetos eran la novedad. No digo ya una excursión de un día con la escuela. Eso era una aventura. Los pupitres y los bolsillos se hallaban convertidos en señas de identidad minúsculas, pero esenciales. Ah, la novedad de lo pequeño, de lo que era insignificante a los ojos de los adultos. La capacidad de asombro y de entusiasmo que poníamos en nuestras parvas posesiones. No sé si era la escasez, la limitación de bienes de aquellos tiempos, de una conducta menos obsequiante de nuestros mayores. Me dicen algunos amigos que aquella lúdica capacidad de imaginar a partir de lo escaso y de lo nimio no la han superado. Medito en ello.


15/4/12

84.





Suele hablarse  -la mayor parte de las veces es un tópico, una parte menor es indagación y pensamiento más o menos ideologizado, otra más pequeña es ciencia en curso-  del misterio de la vida. Es frase recurrente pero contiene su verdad, obviamente. El verdadero quid de la existencia para nuestro sentido y ejercicio de crecer en este mundo no está tanto en saber por qué somos y cómo somos. Que también es necesario y, acaso definitivo, pero cuyo debate no nos proporciona instrucciones del saber vivir. Al fin y al cabo hay una cadena causal, intreractiva, entre materias diferentes, entre especies y medios donde se desarrollan, de la que somos expresión y formamos parte. El ser que devenimos no cuenta como factor sino de manera muy localizada y dirige su mirada al futuro. No olvidemos, no obstante, que somos una minúscula molécula, aunque procedamos de factores anteriores que nos desbordan y no interpretamos. La cuestión clave para lo práctico, para nuestra conducta cotidiana, donde debemos encontrar el sentido de estar aquí, reside en que lo que fue un mero suceso en un momento dado  -nacimos-  se convierta en un acontecimiento que debemos aprovechar y enriquecer. Si descubrimos la manera de vincular suceso y acontecimiento no digo que alcancemos la felicidad (harto improbable tocar los conceptos absolutos como éste, que estimulan emocionalmente unas veces y otras nos hunden) pero sí un grado de armonía, cordura y temple para que avanzar en edad no sea una frustración, sino más bien un acto de gratitud con nosotros mismos.



14/4/12


(Peldaños de subida y de bajada; a alguna parte)


83.





Durante varias décadas hubo ciertas fechas que se celebraban ostentosamente y otras que eran tabú. De aquellas todo el mundo sabe (las familiares aparte, en el seno de cada tribu) porque se predicaban a bombo y platillo. De las que eran tabú destacaba la de hoy, catorce de abril. Mi madre, que era de derechas de toda la vida, pero respetuosa y llena de bondad con todo el mundo, la recordaba en voz baja y con cierto candor ¿nostálgico? Mi padre, que había jurado como soldado la bandera del Estado latente en 1935, callaba sin más o como mucho decía que era cosa del pasado. Nunca hubo una fecha en la historia de este país que en público fuera tan vilipendiada o tan silenciada. Como si nunca hubiera tenido lugar. No hay mayor torpeza que condenar una fecha y convertirla en símbolo. En este extraño país de cuentas pendientes la memoria no debería desdeñarse. Puede convertirse en munición de ideas y, antes o después, en arsenal.


13/4/12

82.






Estoy a mal con la vida, dice un verso fundamental de la carta poema de despedida de Vladimir Maiacovski. Escrita el doce de abril de 1930. Ese verso  -que casi me pasa desapercibido-  es la clave del suicidio. No sólo del poeta soviético, sino aplicable a cualquiera que decida llevar a cabo una acción concluyente contra la propia vida. Estar a mal con la vida es una sentencia; no lo explica todo, le justifica a uno mediana y ambiguamente ante ojos ajenos, pero obra como una losa sobre quien elige la acción final. Sobre todo si se convierte en un mantra interior agobiante y que bloquea el campo de las opciones. Curiosamente, la mayoría de los individuos transcurrimos por este mundo estando mediocremente con la vida. Cualquier otro nombre o adjetivo que colguemos a nuestro propio ejercicio de vivir es parte de la parafernalia. Ser consciente de ese estado es básico para la supervivencia y, si se puede, para elevar un poquito el listón y no ceder a un conformismo estéril que tiene también sus efectos adversos, antes de tiempo, en materia de salud.

81.






Hacía tiempo que no escuchaba el eco, mi propio eco. Incluso había llegado a pensar si no habría desaparecido de la faz de la tierra por alguna rara modificación del comportamiento de las ondas sonoras. O que yo era incapaz de producirlo (en la infancia pensaba que el eco estaba en mí) Aquel espacio amplio y vacío me ha devuelto no tanto la realidad del eco como mi fe en él. No veía manera de abandonar el ejercicio, puesto que lo sentía más como un hallazgo que como un reencuentro. Mis pasos, mi voz, mis movimientos han adoptado un aire teatral, buscando multiplicar el efecto de la réplica. No conforme con el sonido ha llegado un momento en que mi propia presencia parecía multiplicarse visualmente. Y aquellas estancias de la gran casa abandonada se poblaban de nuevo de figuras, muchos rostros conocidos volvían a mostrarse y los quehaceres se instalaban de nuevo. Mientras, yo empequeñecía. Después, un gran golpe de asombro. He tenido que salir precipitadamente a la calle para comprender que no retornaba al pasado. Y que aquel juego visual de reflejos imaginarios con la niñez, más complejo que el bumerán del eco físico, era poseído por una extraña y peligrosa doblez llamada nostalgia.





12/4/12

80.






No se culpe a nadie de mi muerte y, por favor, sin comentarios. Al difunto le molestaban enormemente, dejó escrito Vladimir Maiacovski en una carta poemática dos días antes de pegarse un tiro. Estas letras me han parecido siempre irónicas y hasta cierto punto engañosas. No para el poeta y sus íntimos, que sabían de algún modo el desaliento que iba generándose en él. Y en qué manera el rumbo del país iba haciendo mella en su inquieta y rebelde condición. Que Maiacovski recuerde en su carta unos versos inacabados escritos algún día antes de su muerte no es casual: la barca del amor se estrelló contra la vida cotidiana, repite. No era el amor por Lili Brick lo que acababa. Sino el amor por la vida en la que él acaso ya no concebía huellas de esperanza. Pero tampoco aquellas frases dilucidaban la razón íntima y definitiva por la que tomaba la decisión. ¿Hay acaso un convencimiento íntimo en quien decide quitarse la vida? La certeza de lo que se desea conlleva lógica, racionalidad y libre elección. ¿Son elementos que burlan la desesperación? No creo que haya un modelo de suicida. Como no hay un paradigma de hombre libre que trata de seguir viviendo para encontrar una salida posibilista.


79.






Darle vueltas al verbo suicidarse. Meditar sobre cuánto hay de pronominal y cuánto de transitivo en su formulación. Aunque no entre en los cálculos de la Academia de la Lengua, se desliza la sombra de la sospecha de una traición sintáctica. Se dirá que nadie suicida a otro. Que ejecutar ese acto es cosa única e intransferible del pertinente. Y ahí está la trampa. En acotar y reducir la decisión e ignorar el campo más amplio de las responsabilidades.

10/4/12

78.





Estamos acostumbrados a cohabitar con la inercia de nuestras facciones. Vivimos rendidos al enigma de nuestras recónditas expresiones. Nos vemos condenados a necesitar a otros que nos traduzcan el rostro que se nos niega.  



77.






De pronto se me ocurre que voy en el autobús y que me pongo frente a mí mismo. ¿Qué trato de ver en mí? ¿Me reconozco o me topo con un extraño? ¿Me hace gracia la situación o entonces resulta que no me gusta el juego? ¿Me sorprendo ante mis perfiles desconocidos, me sobrecojo ante unas facciones aturdidas o trato de ahondar en mi propia mirada descolocada? Uno es ciego con respecto a su rostro, dice el dibujante y pintor Tullio Pericoli  -que sabe mucho de fisionomías y es capaz de proyectar el alma de los hombres a través de las caricaturas-. No tanto por la apariencia  -para dejarnos llevar por ésta disponemos de diferentes artilugios, desde el espejo hasta un vídeo-  como por el desconocimiento real del propio uso de nuestro rostro. Utilizamos a los otros de testigos de nuestras expresiones. Adoptamos aproximaciones, tanteando con el bastón de ciertas señales que, por experiencia, venimos adoptando ante situaciones de enfado, de risa, de comprensión, de aturdimiento...Nuestro rostro es siempre distante para nosotros mismos. Por más que nos miremos en los escaparates o en un ascensor aquello que denominamos nuestra propia cara es algo incognoscible.



76.





Hay días en que no veo ventajas en desplazarme en autobús. De ordinario tardo más en llegar que si voy andando, tengo que soportar los apretujones y aguantar otras conductas molestas de la grey. Aclaro que esa percepción me invade principalmente los días que estoy malhumorado. Y a mayores puede malhumorarme más. Para distraerme trato de escudriñar con discreción  los rostros de los viajeros. Dilucidar que hay de común y qué los hace diferentes. El margen de error es amplio, pero tampoco es mi intención establecer conclusiones. Simplemente se trata de un juego para no aburrirme y, principalmente, soportar mejor la masificación. Echar a suertes qué hay del alma de cada cual en sus facciones y en sus gestos. Si su rostro revela en cierto modo su manera de ser o refuerza sobre todo su ocultación. Es un juego que no tiene fin, puesto que ninguno de los jugadores pasivos va a venir a sacarme de dudas en ningún momento. Suele suceder que cuando más entretenido está el divertimento llega mi parada. Partida abierta.


75.





Saber de los acontecimientos exteriores sin vivirlos. Hacer uso de los intermediarios que van a contar las cosas como les place. Considerar ingenuamente a los periódicos o los boletines de noticias de televisión como vehículos de la información. Rozar siquiera el conocimiento de los sucesos del mundo. Consumir el producto que los intermediarios disponen y cuyo consumo apenas nutre. Como mucho, moldea. Y seguir sin apenas entender nada. Pero eso no es lo que quieres. Deseas interpretaciones.




9/4/12

74.




Un enfermo está sin salir de casa, ajeno al mundo. Vienen a visitarle y le comentan: hace frío, el cielo está nublado (o claro), no anda mucha gente por la calle (o hay bastante trasiego), las rebajas han comenzado y hay buenos precios (o no tan buenos), hemos visto a fulanito que ha preguntado por ti (o  no lo ha hecho), etc. Lógicamente el enfermo no está viendo nada de lo que le cuentan pero se hace una idea general (o no general, depende del estado y humor que tenga) La experiencia le está haciendo ver lo que no ve por encontrarse postrado. Sin esa experiencia acumulada, la información que le proporcionan los caritativos visitantes ¿serviría para algo? Puede ser o no ser verdad. Puede ser o no ser interesante. Se requiere cierto acto de fe en lo que le trasmiten acerca de lo que sucede en el mundo. El enfermo compara con lo que ha conocido. Incluso cuando se queda solo. En esos largos tiempos de soledad él recuerda pero no revive. Se permite dotarse de una sensación que le hace creer en lo inexistente.



8/4/12

73.




Las palabras como invocación, antes que como significado. Si dice calma define más un anhelo que una posesión. Si dice parada reclama una exigencia antes que un acto. Las palabras acuden en su ayuda en medio de la vorágine. Recuerda aquel impactante poema de Alejandra: un agujero en la noche / súbitamente invadido por un ángel. Piensa en las invocaciones de Alejandra.



 

7/4/12



(Lectura y calma; parada y aislamiento)


72.






Propuesta 1: leer aquello que nos aporte placer y calma. Sea cual sea la temática que aborde el argumento. Importante olfatear la pieza desde el primer ojeo. En las primeras páginas suele haber pistas. Algunos libros ofrecen de entrada el propio cuerpo. Entiendo placer de lectura como obtención de goce. Se llegue o no a la amplia satisfacción, agudizándose los sentidos por lo que se percibe y percibiendo el regusto de aquello que sentimos que nos alimenta. Entiendo la calma como un estado interior que nos embarga y nos centra, no que nos paraliza, orillando otras lecturas y aislándonos de los demás quehaceres.


71.





Uno de los pasajes del Quijote que más me fascina, y mira que cuesta elegir, es el del escrutino  -¿o habría que decir tarea de expurgar?-  que efectúan cura, barbero, ama y sobrina en la biblioteca del hidalgo enjuto. Ese empeño de la cuadrilla tras el que Cervantes decide algo más  -tirar y mantener-  que unos títulos. Decide su idea sobre las aportaciones literarias habidas hasta entonces e incluso pergeña su concepto de novela moderna. Y en ese sentido salva los títulos de las novelas de caballería del pasado que cree que conducen hasta ella. Salva lo clásico, el Amadís o el Tirant, por ejemplo. No tiene desperdicio el capítulo. Que cada uno de los personajes va a lo suyo: la ama y la sobrina culpando a los libros de la locura de su señor y tío; y el cura, como más letrado, a aplicar sus conocimientos en la selección, no es sino el procedimiento novelesco (de nouvelle, nuevo) que va a seguir impulsando Cervantes en toda la obra. Pero no es una casualidad que ese pasaje me obsesione. Lo proyecto en mí. Es algo a lo que uno se ve abocado -simbólica y efectivamente-  a medida que le quedan menos años de vida. Hay demasiado pendiente de leer, pero ya no se puede leer cualquier cosa; no hay tiempo. Aunque a veces nos tienten con novedades, pensar que no he hincado el diente a muchos libros geniales del pasado o lo he hecho antes de tiempo, sin encontrar su sustancia y obtener su placer, me produce cierta conmoción. Entonces  uno piensa en la necesidad de otra vida en este mundo para recuperar las lecturas que se perdió.



6/4/12

70.




(Al estilo Perec) Cosas que se suelen colgar del espejo retrovisor que hay sobre el salpicadero de los coches: un rosario blanco, unas cintas de colores azules y verdes, un papánoel en trineo, una banderita roja y gualda, una camiseta en miniatura del realmadrid, un rabo de conejo, un cencerro mediano, otra banderita roja y gualda pero más ancha, un rosario negro, un llavero de bob esponja, un pañuelo de encierros y festejos taurinos de algún pueblo, una medallita de la milagrosa, otra cinta roja y gualda pero más corta, una insignia de la legión, un crucifijo sobrio, una cruz de lorena, un banderín de la legión, un rabo de toro escuchimizado, una virgen del pilar (que no se lee bien si dice que quiere o no ser francesa), un escudo del Estado anticonstitucional, dos rosarios siameses, otra banderita gualda y roja que forma un lazo, un papá-no-corras con retrato de niño, unas banderillas reducidas, un llavero con un diminuto balón de fútbol, un medallón colgando de un cordón de una cofradía de la ciudad, una bala perforada atravesada por un cordoncillo de cuero, otra banderita española con flecos...(la lista sigue abierta) Me pregunto qué pensaría un extraterrestre si llegara de pronto a este país y se fijara en esos accesorios de los coches que circulan por nuestras calles. Qué imagen se haría de los habitantes del lugar.



69.





Despertar y ver la caída de la nieve a través de la ventana. La bondad de la naturaleza en este caso se sobrepone al ejercicio de las tradiciones obsoletas, del espectáculo de masas y del negocio que vive de las otras dos. Sentirse un tanto y prudentemente animista en circunstancias así viene bien. El hombre debería caer del burro y admitir que la naturaleza no se rige por el calendario ni entiende de contubernios ideológicos y crematísticos de las sociedades. Nuestra madre sigue siendo grande.


5/4/12

68.



Gusto y regusto de los paisanos por las procesiones, los desfiles, las cabalgatas o las paradas. Lo que se suele presentar como exponente de creencias, cultos, manifestación de poder y armamento, emulación deportiva o expresiones de castas varias no son otra cosa que exhibicionismo. Masa mayor espectadora y masa menor exhibidora suelen fusionarse en el acontecimiento. Los que van dentro se conceden a un determinado papel protagonista de la función teatral y los que miran desde fuera se identifican con el despliegue de los que ejecutan. Toda una estética pasajera que prende en aquella parte de la sociedad que se mira en esa estética. Gustan y regustan del ejercicio de muestrario como un acto de fe en un cierto tipo de influencia y poder. Y sobre todo de seguridad. No hay como esa simbiosis entre mirados y mirones como para sentirse unidos y seguros. ¿Durante una o dos horas? Pobretona percepción temporal de quienes confían en sentirse hormiguitas. Solo que en el caso humano ociosas más bien que laboriosas.    


4/4/12




(Aquel atajo en bajada de Praga)


67.





Hay dos expresiones del lenguaje español particularmente curiosas y complementarias, que alguna vez creímos que se habían perdido o desvalorizado. También son potentemente antinómicas. Expresiones que oscilan entre lo grato y lo dramático, según toque actualizar su uso. Dichos muy utilizados por nuestros padres y abuelos, con cierto aire de memoria, de sentencia y de temor. Son aquellos que se nombran como tiempos de vacas gordas y tiempos de vacas flacas. Probablemente venga del pasado rural en que las disposiciones o  las carencias se manifestaban antes que nada en los animales que acompañaban a los pequeños aparceros; imaginémonos cómo repercutiría el aspecto en los campesinos mismos. Pues bien, la sociedad española ya había olvidado que ambos conceptos opuestos son también de relevo en esta segunda década del siglo XXI. Ya habíamos olvidado que la abundancia no dura siempre. Y lo peor es que pocos se preguntaban mientras ésta duraba sobre qué bases reales o irreales y fundamentadas o débiles se daba. Pues bien, ya es obvio que las vacas flacas se han instalado entre nosotros. Esa mezcla de orgullo español heredado de los hijosdalgo haraganes y de no reconocimiento de la realidad que nos transmite la opaca sociedad del consumo no es la mejor receta para afrontar los hechos y sus causas. Cuestión de tiempo saber cuán aguda va a ser la delgadez de nuestras vacas actuales y de cómo reacciona la sociedad. Grave sería que el mal se hiciera crónico. Pero una simple dosis de conocimiento y de discernir sobre el pasado inmediato que nos ha conducido a la situación actual no vendría nada mal. Antes de que la convivencia de clases se agriete.


     

66.






La ciudad se abre cada día ante nuestros ojos como si fuera nuestra segunda piel, o mejor nuestro segundo cuerpo. Por supuesto, hablo de ciudad sea cual fuere la nomenclatura administrativa o el volumen de ese espacio de hábitat colectivo donde el hombre parece satisfacer  -limitadamente-  su afán de no ser hijo del desierto o del nomadismo. Espacios, por lo tanto, donde todos intentamos sobrevivir. Territorio común donde todos cedemos algo para lograr algo. Campo plural para actitudes, pensamientos y expresiones que deben cohabitar. Aquí los términos pueden deslizarse: coexistencia, convivencia, tolerancia. Sus matices también pueden armonizarse. No puedo aceptar entonces que haya individuos que utilicen descaradamente el lugar a compartir para su beneficio exclusivo. Desde el guarro o desaprensivo que no tiene en cuenta que no vive solo, pasando por una serie de gremios empresariales que sólo desean que la ciudad sea cada vez más y más mercado y menos y menos hábitat, hasta el edil o alcalde que se corrompe, hay una galería de personajes que más bien deberían ubicarse en extramuros. Defraudadores del fisco con cargo público, alcaldes que se inventan normas aprovechando su mayoría absoluta en el consistorio y sintiéndose propietarios de la calle para restringir derechos de otros individuos o colectivos, instituciones seculares pretendidamente ungidas por sus dioses y que no pagan un duro pero se apropian de la calle cuando quieren en nombre de la costumbre y de la tradición...se dirá que son parte pintoresca del rostro de la ciudad. Si no fuera porque la marcan, la convierten en usufructo particular y tratan de inclinarla hacia el pensamiento único en lugar de admitir que donde hay hombres hay diversidad.


3/4/12

65.





En mi niñez solía tener unas pesadillas extrañas que me desgarraban la noche en que había que madrugar para efectuar un viaje. Por una parte, soñaba con formas geométricas que me acuciaban y me acosaban. Formas que se abstraían y adquirían una movilidad incesante, pletóricas de colorido, casi líquidas, que se diluían y se recomponían hasta cebarse conmigo, como si no tuviera escape. El desasosiego producido solamente cesaba al llegar mi padre y espabilarme. Aquella desazón me hacía llorar desesperadamente y el consuelo paterno lograba arrancarme de la garra onírica. Por otra parte, nunca supe por qué ese tipo de alucinaciones tenían lugar justo cuando había que viajar. ¿Eran los preparativos o un significado más profundo acerca del viaje y la separación del lugar? Visto a largo plazo, no pienso tanto en la parte técnica de un viaje como en el simbolismo. Algo que un niño no diferencia tan claramente, y menos en una conciencia (y subconsciencia) que se va haciendo. Creo que incluso de adultos avanzados con frecuencia estamos más en manos del inconsciente o del subconsciente que de este Yo ostentoso con el que nos dirigimos a los demás y nos hacemos sentir en público. Cabe confiar en la aceptación de ese concepto íntimo de que al vivir efectuamos nuestro propio e intransferible viaje y que nuestra armonía depende de que adquiera carta de consenso en todos nuestros niveles emocionales. Pero yo, por si acaso, sigo buscando claves en aquellas lejanas pesadillas que, sólo de ciento en viento, han vuelto espectralmente a mis sueños.


2/4/12

64.





Los sueños, esos argumentos imprevisibles e incontrolados de la noche. Las pesadillas, esos voceríos energúmenos que destemplan los argumentos y nos aproximan a nuestro lado consciente. Lo que hace que no distingamos con claridad qué es reflejo de qué. O que acaso nos aclare luminosamente dónde radican las verdaderas pesadillas.



1/4/12

63.





Tarde de lluvia. El olor a la tierra húmeda y profunda traslada hacia atrás al hombre a velocidad de vértigo. Si el olor se instala en su mente todo puede suceder en materia de recuerdo. Por esa razón sólo se permite fogonazos. Atracción y rechazo echan un pulso de suerte desigual. Dicen que los agonizantes ven pasar imágenes de su vida como si se tratara de un film a cámara rápida. Tal vez sea uno de esos lugares comunes que se repiten. Pero tampoco tendría nada de particular que ocurriera; es posible mientras tenga lugar un cierto grado de oxigenación del cerebro. Al fin y al cabo, si una tormenta o un aguacero de abril nos precipita hacia el origen, ¿no podría hacerlo con mayor motivo el arrebato final?