2/3/12

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Hablar con un niño de cinco años supone para un adulto una fase nueva y sorprendente de aprendizaje. No sé cómo fue, tal vez estimulándole para que comiera. Se le dijo lo típico: qué bien comes, aunque no lo estuviera haciendo bien. En respuesta, el niño proyectó su autoestima. Sé comer, sé hablar, sé soñar, sé tener pesadillas...respondió con una sorprendente conciencia temprana de sus iniciaciones en la vida. Eso me hizo pensar en que no basta con ejercitar, consciente o inconscientemente, los actos, sino en tener sentido de ese ejercicio desde la primera infancia. Es admirable cómo se asienta en el niño un orden de importancia sobre los comportamientos más profundos de su cerebro. Me di cuenta también de que, no obstante los años que nos van consumiendo a los mayores, no dejamos nunca de asombrarnos. Lo paradójico consiste en que un niño pequeño obre, sin pretenderlo, con un cierto oficio de maestro sobre nosotros. Claro, queda la posibilidad de que fuera solamente una boutade refleja de la criatura.



1 comentario:

  1. No me cabe la menor duda de que un niño de 5 años pueda hacer de maestro, aunque sea de forma involuntaria, hay que explicarles el mundo y eso implica intentar entenderlo primero.

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