Cuando oigo la palabra sacrificio siento que el pecho se me abre en canal. O mejor dicho, que me lo abren de arriba abajo. ¿Habéis pensado la variedad de acepciones que conlleva? Terrible vocablo cuya frontera entre lo metafórico y lo real apenas existe. O peor aún: donde lo simbólico puede traducirse en acción práctica sobre otros (animales u hombres) Aún más grave: donde lo ejecutado físicamente se eleva a categoría de símbolo. ¡Como si no hubiera sucedido nada!
Hablar de sacrificio de todos cuando algunos están encendiendo puros con billetes de 500 euros merece una revolución con guillotinas. Sin más.
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