Me revienta asombrarme de la necedad de los hombres y de las conductas que ejercitamos. Tanto el individuo como la colectividad se manifiestan con múltiples expresiones de desvarío y de frustración por mor de nuestras conductas, cuyas patologías parecen agravarse en estos tiempos. Es como si se instalara una nube negra en nuestros corazones (cuando nuestra infelicidad nos lo revela a cada uno en la soledad personal) o sobre nuestras cabezas (cuando el desencuentro nos vuelve desagradables y enfrentados con los demás) Este tipo de asombro me hiere profundamente. Irme a dormir con el consiguiente estremecimiento que me causa es un desafío para el sueño, al cual confías una superación cuando haya llegado el día siguiente.
Confiemos en esas nubes negras desaparezcan con la noche y levantemos el día con nubes que corren, que se reinventan y dibujan huellas donde poner nuestros pies.
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