Presiento que cada vez va a ser más ardua la batalla de las ideas. Antiguamente la influencia nefasta de las religiones -tan fundidas y confundidas además con el poder- armadas de toda su cosmovisión y prédicas morales indiscutibles e impuestas, constituía el muro donde se limitaba y, si era crítico, se estrellaba el individuo. Hoy existen más muros. Sin haber desparecido los tradicionales pululan nuevos fondos de la cueva platónica que se encargan de dispersar al individuo y sobre todo de desviarlo de sí mismo. La confusión se instala tras el pensamiento de mercado. Donde el producto dominante se fabrica en todas sus variantes para que el hombre se entregue ciegamente a él.
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