Hace poco murió también un amigo que exploraba en y con el pensamiento. Por supuesto, todo lo existente - sea alcanzable de entender e interpretar o no lo sea- es objeto del pensamiento. Circunstancias temporales, culturas, historia, despliegue de las posibilidades humanas, técnicas, comportamientos diversos de los individuos y de los grupos, representaciones e imágenes…Sentí la muerte del amigo, casi tanto la del pensador, y no me cabe duda de que hubiera seguido dando su juego. Lo sorprendente es que cada vez que releo alguno de sus textos o descubro los nuevos es como si le escuchara hablar. Lo que dejó prospectado, lo que concibió con ideas, lo que escribió lo tomo como el testigo que se intercambia en una carrera que no acaba nunca. Aunque sea en mínima escala -me muevo en la pequeñez de mí mismo- uno siente el borde de esa herramienta del pensamiento, y sobre todo, del acicate que implica seguir en la carrera. Si él lo supiera se sentiría justificado y, sobre todo, agradecido.
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