15/7/12

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Volver a y revolver en Asclepios, de Miguel Espinosa, es libar permanentemente del elixir de la sabiduría. La inocencia es la perduración del origen en el hombre. Un espíritu existe inocente cuando se revela como prolongación de su naturaleza, y no como resultado de la experiencia, dice. Suele haber preocupación por lo que se nombra como pérdida de la inocencia, acaso por un mal o limitado entendimiento de su proyección. ¿Se pierde realmente la inocencia? Mucha gente cree que es un estado frágil y primario que se machaca y se olvida en el acontecer cotidiano, inmediatamente al hecho de la pubertad y el contacto con el mundo. Tal vez no. Tal vez es una elección. Muchos individuos, no obstante haber conocido en su vida la competencia, las direcciones obligadas y sumisas y la maldad intrínseca y formal de las relaciones sociales, no se rinden a las redes de la ambición. Tampoco se consideran víctimas, simplemente soslayan el mal. Aquellos que rehúyen el mal, independientemente de los errores o las trampas, siguen manteniendo el vínculo con su esencia inocente, que es su origen y a la vez se manifiesta con su ebullición interior. Son los irreductibles portadores de la alegría profunda y de la conciencia de las posibilidades de la vida.





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