15/9/14

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Los humanos extienden su manto de vanidades más allá de la vida en sí misma. Como un reflejo de cuanto se ha ensalzado en vida sin regatear elogios, exaltaciones y soberbias varias, los aparatos mediáticos, institucionales y de empresas siguen fomentando una vanidad a la memoria de ciertos muertos. Lo estamos viviendo estos días en que han fallecido algunos de los más preclaros hombres de poder y de riqueza. La vanidad de las palabras tratan de ocultar las cenizas o la descomposición de los cadáveres. El fin de un individuo no entiende ya de vanidades, por mucho que se empeñen los interesados en el negocio.





3 comentarios:

  1. Nos encontramos en la última de tres generaciones que la historia tiene el capricho de repetir de cuando en cuando. La primera necesita un Dios, y lo inventa. La segunda levanta templos a ese Dios e intenta imitarlo. Y la tercera utiliza el mármol de esos templos para construir prostíbulos donde adorar su propia codicia, su lujuria y su bajeza. Y es así como a los dioses y a los héroes les suceden siempre, inevitablemente, los mediocres, los cobardes y los imbéciles.

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  2. Ese es el poder igualitario de la muerte.

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  3. Al final todos vamos al hoyo y no vale tener tanto dinero o ser un paria, todos terminamos en un mísero agujero.

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