10/4/12

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Hay días en que no veo ventajas en desplazarme en autobús. De ordinario tardo más en llegar que si voy andando, tengo que soportar los apretujones y aguantar otras conductas molestas de la grey. Aclaro que esa percepción me invade principalmente los días que estoy malhumorado. Y a mayores puede malhumorarme más. Para distraerme trato de escudriñar con discreción  los rostros de los viajeros. Dilucidar que hay de común y qué los hace diferentes. El margen de error es amplio, pero tampoco es mi intención establecer conclusiones. Simplemente se trata de un juego para no aburrirme y, principalmente, soportar mejor la masificación. Echar a suertes qué hay del alma de cada cual en sus facciones y en sus gestos. Si su rostro revela en cierto modo su manera de ser o refuerza sobre todo su ocultación. Es un juego que no tiene fin, puesto que ninguno de los jugadores pasivos va a venir a sacarme de dudas en ningún momento. Suele suceder que cuando más entretenido está el divertimento llega mi parada. Partida abierta.


3 comentarios:

  1. A menudo las historias más interesantes me han pasado en los autobuses. Será por la masificación, como tú dices...este entretenimiento no me resulta ajeno.

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  2. Si me suena, aunque me acabo de enterar que debo estar malhumorada continuamente porque no soporto multitudes ;), ya no. Menudo alivio. Bs.

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