1/4/12

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Tarde de lluvia. El olor a la tierra húmeda y profunda traslada hacia atrás al hombre a velocidad de vértigo. Si el olor se instala en su mente todo puede suceder en materia de recuerdo. Por esa razón sólo se permite fogonazos. Atracción y rechazo echan un pulso de suerte desigual. Dicen que los agonizantes ven pasar imágenes de su vida como si se tratara de un film a cámara rápida. Tal vez sea uno de esos lugares comunes que se repiten. Pero tampoco tendría nada de particular que ocurriera; es posible mientras tenga lugar un cierto grado de oxigenación del cerebro. Al fin y al cabo, si una tormenta o un aguacero de abril nos precipita hacia el origen, ¿no podría hacerlo con mayor motivo el arrebato final?


3 comentarios:

  1. y yo que presumo de escéptico y vienes tú y escribes ésto sin visitar mi blog y sin ver mi última entrada. !No se derrumbarán tan prontamente mis principios!

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  2. Vaya pues resulta que no había colado lo de ser seguidora de este blog, he tenido borrarme de unos cuantos para reparar el error, ya me extrañaba no poder comprobar las actualizaciones.
    Con respecto a la lluvia, pues solo decir que me gusta, no en balde vivo en Asturias medio año y llueve y da gusto. Bs.

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  3. Els vidres de pluja ploren,
    també plora es roser,
    s’arbre fruiter també plora
    i jo de plorar no en sé.

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